domingo, 4 de febrero de 2018

Sobre el trabajo

He llegado a la conclusión de que nuestra generación tiene una visión sobre el trabajo súper diferente a la que tenían nuestros padres. Nuestro mundo es mucho más grande, somos más flexibles y no tenemos miedo: "si no soy abogada, podré ganarme la vida de otra manera". Valoramos más nuestro tiempo libre y nuestras ambiciones personales (no tan profesionales). Entonces estancarnos en la vida de oficina nos frustra y nos enfada. Somos infinitamente menos fieles a las empresas que nos contratan: saltamos de sitio en sitio buscando el mejor postor, a ver quién nos da más. Sabemos que estamos muy preparados y queremos explotar nuestro potencial de la manera más óptima y positiva posible. Suena maravilloso pero la realidad, por lo que hablo con mis amigos, es que todos nos sentimos perdidos: tenemos tal obsesión en conseguir el trabajo perfecto (flexible, con tiempo libre, bien remunerado, creativo, internacional) y tenemos tantas opciones a nuestro alcance que nos bloqueamos y nos perdemos. 

Creo que nos estamos olvidando de algo importante: nos guste o no (y yo es algo que llevo ciertamente mal) el dinero es esencial, básico, imprescindible. Nos da estabilidad y nos permite hacer  lo que queremos. Y creo que camino a los treinta (cuando empezaremos a pensar en adquirir una vivienda, en formar una familia, en invertir en un negocio propio...) seguramente nos daremos cuenta de que sin un sueldo no podremos comprar la casa que nos gusta o en el barrio que nos parece cómodo y agradable, y muuuucho más importante: sin cierta estabilidad económica no podremos dar a nuestros hijos aquello que nos parece que es lo mejor. Como dice mi madre, el dinero, al final, nos da la posibilidad de escoger.  

Me da la sensación que, sin resignarnos a tener cualquier trabajo y sin acomodarnos en lo primero que encontramos, deberíamos empezar a pensar en que a lo mejor el trabajo que ahora mismo no nos da grandes satisfacciones ni nos da "la felicidad" en realidad nos puede aportar cosas igual o más importantes. Me da la sensación de que las prioridades nos irán cambiando y que deberíamos intentar positivizar tanto como podamos nuestro trabajo. A lo mejor no es nuestra gran vocación, a lo mejor no nos da flexibilidad horaria, a lo mejor no tenemos muchos días de vacaciones...pero oye, nos permitirá llevar a nuestros hijos al colegio que nos parezca bien, o simplemente nos permite ahorrar un poco cada mes para ir construyendo un futuro.

He hecho un cambio de chip. Ya no estoy obsesionada en que no sé qué quiero hacer, ni qué quiero ser. Ya no me estanco en el "solo sé que esto no me llena ni me hace feliz". Esta búsqueda me generaba una ansiedad terrible y me sentía perdida: no sabía ni por dónde empezar. 

Ahora mi objetivo es centrarme en estar muy cómoda haciendo lo que hago. Quiero continuar aprendiendo y, sin olvidarme de que el trabajo es uno de los pilares de mi vida y que es importante que nos guste mínimanente, intentar positivizarlo pensando que me ofrece la oportunidad de poder tener la vida que quiero. Yo, por ejemplo, soy muy creativa. Estar en una oficina hace difícil explotar esa parte de mí y eso me frustra. Ahora intento dedicar mi tiempo libre a pintar o escribir. También dedico mi tiempo libre a satisfacer mi ambición trabajando en proyectos que me dan alas y oxígeno para poder llevar mejor mi vida de oficina. 

La clave está en limitar el papel que el trabajo tiene en nuestras vidas. Mi gran cambio fue conseguir (y madre mía lo que me costó) que mi trabajo no ocupara el centro de mi vida: aunque entre semana me tome la mayoría del tiempo y de la mente, mi cambio de chip ha sido radical: el trabajo es eso, trabajo. Le dedico toooooodo mi esfuerzo y ganas pero solo entre semana. El sábado y el domingo me los tomo para mí. Ya sé que suena muy obvio pero yo, aunque no estuviese físicamente trabajando en fin de semana, le dedicaba mucho tiempo de otras maneras: hablaba de mis compis, de mis jefes, de lo que más me molestaba y de lo que odiaba con todas mis ganas. Ahora no gasto ni un minuto de mi finde en hablar de curro: me niego. 

Ojalá consiga balancearlo todo. Ojalá pueda disfrutar de mi trabajo aunque no sea mi gran vocación.  Ojalá aprenda realmente a compartimentar y pueda separar mi tiempo libre del tiempo de trabajo. Creo que en unos pocos años valoraré tener una estabilidad que me permita ir consiguiendo todo lo que quiero y darle a mis hijos aquello que me parezca mejor.

No os penséis que me resigno; al contrario. Precisamente porque somos una generación valiente y mucho más independiente creo que tenemos que ser capaces de valorar lo bueno de cada cosa. No tengamos miedo: si vale la pena empreder, emprederemos; todo llegará. Tenemos criterio suficiente para decidir cambiar radicalmente de profesión si lo que hacemos ahora mismo no nos gusta nada. Todo ello sin olvidar qué queremos conseguir y que seguramente el trabajo, aunque no sea ideal a primera vista, acabará siendo perfecto porque nos permitirá llegar a ello.  


¿Qué creéis vosotros?, ¿cómo enfocáis vuestra vida profesional?

Hasta pronto, 

X.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario