lunes, 28 de septiembre de 2015

Mis favoritos de septiembre

Os prometería que a partir de ahora escribiré unos favoritos de cada mes pero deep inside sé que no estoy en posición como para asegurarlo así que lo dejo en que me gustaría mucho escribir de forma consistente, por fin, una lista de las cosas que más me han gustado/más he usado durante cada mes.

En todo caso, estos son mis favoritos del mes de septiembre:



Al hacerme mayor he ido viendo la necesidad y el sentido de invertir en ciertas piezas que no sólo me hacen ilusión sino que sé que utilizaré un montón y que mejorarán con el paso del tiempo. Por eso andaba buscando una cazadora de piel negra. La búsqueda ha sido larga y complicada: quería algo cañero pero sin pasarse, una buena piel, con alguna cremallera y que fuera comodísima. No os lo creeréis (yo no me lo creía) pero la encontré en Colombia. De hecho la compré de una marca europea, así que no es tan raro. Debe hacer un mes y medio que la tengo y ya tengo esa sensación de habérmela hecho mía.



2. San Sebastián improvisado

"Niñas, ¿subimos este finde a Sanse?" Por supuesto, claro, sin dudarlo, sí, sí y sí. Sin haber sido mayor del todo tengo claro que una de las cosas buenas de ser joven (joven = con energía, con ganas, sin demasiadas responsabilidades pero con capacidad de decisión) es poder hacer los mejores planes sin pensártelo demasiado. Me he reído, he tirado mi dieta al traste (pintxos, señores, pintxos), he vuelto enferma y ahora quiero un poquito más a mis amigas.



3. Brocha Chanel n. 7 - Foundation/Powder

Descubrí esta brocha el invierno pasado y lleva siendo mi favorita desde entonces.  Es un poco una inversión pero si os hace ilusión tenerla os juro que va muy bien: es súper suave, se lava sin perder calidad y reparte el producto dejando un acabado súper natural. Yo la uso más con bases que con polvos compactos. 



* ¡Ojo! Comprarla no es facil: la encontraréis, si la tienen, en el Corte Inglés de Plaza Cataluña (aunque si la pedís en otros centros os la llevan, pero tardan unos días). Si no quedan os la encargan. 

4. Los de siempre

La fiesta mayor de Barcelona es cita obligada con los del cole. No fallamos. Y no hay nada mejor que empezar el curso como si aun estuviéramos en el colegio, con los de siempre. Además siempre pasan los mayores cotilleos del año (o de la década). Aunque pasen años y años y años, la confianza de millones de horas encerrados en aulas es imposible de borrar. 



5. Digestive Avena Choco

En el armario de las galletas de mi casa apareció este tesoro así por sorpresa. Soy adicta, creo. Son galletas tipo digestive (densas, grandes, de desayuno o merienda) hechas a base de avena y con pepitas de chocolate negro. Me en-can-tan. Va, probadlas.



6. GOT

Ajá, lo sé: I am late to the bandwagon pero qué queréis que os diga; me ha costado encontrarle la gracia a esta serie. Y además os diré que la primera temporada no me ha enamorado, que me enganché al final pero que vale, ahora me encanta. Creo que fueron los peinados y el acento británico.

¿Qué?, ¿me tiño?

7. Mi bolso Berta MM de Lupo

Fan absoluta de la marca, me hice con este clutch a principios de verano y no me lo he quitado de encima. Es súper versatil: lo uso para ir a la uni y para salir por la noche. Lleva incorporada una tira para cruzarlo como bandolera pero también puede usarse como cartera. La medida también es ideal porque no es el típico "bolsillo colgante", que digo yo: puedes meter todo lo esencial sin que quede demasiado abultado (cosa que me parece un horror y siempre intento evitar). 

El mío es en azul klein y aunque ya no está disponible, esta temporada lo han hecho en otros colores que también son espectaculares - y muy tentadores -.



8. Y porque no es facil responder preguntas cuando llevas demasiado tiempo dándole vueltas al mismo tema, porque no suelo encontrar los porqués ni los cómos, y porque me hace ilusión que hable del sitio donde vivo, me he pasado el mes escuchando esta canción.




Hasta pronto,

X.


jueves, 10 de septiembre de 2015

De lo que he traído de Colombia

Y como cada verano, llega el momento de aterrizar y volver a todo lo nuestro. Seguramente lo mejor y lo peor de viajar es volver a casa. Pero ya sabéis que tener la sensación de queder quedarse en un sitio, de no querer que algo acabe es la más interesante porque nos indica eso: que no queríamos volver, que no queríamos que se acabase y en definitiva que hacíamos algo que nos gustaba.

El viaje es un tiempo de pensar, conectar con uno mismo y conseguir relajarse sin parar quieto. Pero este año me iba sin habérmelo planteado realmente, simplemente me marchaba. Y ahora vuelvo con dudas despejadas  y con nuevas conclusiones que, la verdad, me encantan.

Colombia me ha enseñado que las clases sociales son aún una realidad muy presente y que, desgraciadamente, hay sociedades que se rigen por estratos entre los cuales las relaciones son complicadas. Me gusta la sensación de rechazo que me provoca esa división social porque me afirma en mi país "no estamos tan mal". Me gusta pensar que tenemos la idea de igualdad bastante integrada.

Hacía tiempo que quería leer 100 años de soledad (confieso humildemente que aún no lo había hecho, sí), y cuando supe que este verano estaría en Colombia pensé que sería acertado leerlo in situ. Y como dice mi padre adoptivo, en Colombia he aprendido que García Márquez escribía divinamente pero que el realismo mágico no es más que una descripción perfecta del país. Digamos que él escribía lo que vivía (¡y de qué manera!). Os juro que no es difícil imaginarse en Macondo.

En Colombia he llegado a la conclusión de que es el país con los cielos más bonitos del mundo. No sé si se debe a la altura o a algún fenómeno meteorológico (si alguien lo sabe que me lo explique) pero siempre hay unas nubes espectaculares. Y los atardeceres son insuperables.

Durante este mes he aprendido a apreciar el café. Pero no el café que conocemos aquí; no, no, no y no. Os hablo del café que es aromático y que no necesita ni leche ni azúcar. Ahora hasta distingo cuándo un café está demasiado tostado. También me ha quedado claro que pasar unos días en una Hacienda del Eje Cafetero es felicidad: hamacas, lectura, buena comida y, obviamente, café.

Siempre he sido una férrea defensora de la synchonicity pero ahora sí que sí, estando en la otra punta del planeta, he constatado que las casualidades son una ficción. Que nada pasa porque sí, que todo tiene una explicación, una razón. Que hay personas con las que siempre estás conectado y con las que acabas estando siempre en condición de igualdad.

Y sí, he tenido que ir a Colombia para entender que no hay nada mejor que tomarse una infusión con trufas de chocolate amargo cada noche. Y sí, también he tenido que ir a Colombia para aceptar que es verdad que, a veces, simplemente tienes que irte, marcharte, esfumarte.

Doy gracias a Colombia porque me ha conectado con cosas que hacía mucho tiempo que no encontraba, porque me ha dado momentos de absoluta felicidad, porque me ha reconciliado con la fe y porque me ha regalado una familia adoptiva que nunca llegará a imaginar lo muchísimo que me han ayudado.



Por si alguno se plantea ir, que por supuesto sería una idea brillante, please keep in mind que en Colombia, el riesgo es querer quedarse.

Hasta pronto,

X.