lunes, 28 de diciembre de 2015

De lo que le robo al año 2015

Cada año el tiempo pasa más y más rápido. Creo que ahora el tiempo ya me pasa volando. Me cuesta pensar que ya está, que se acabó, que 2015 ya pasó. Sin embargo, a la vez tengo la sensación de haber hecho millones de cosas y de haber evolucionado bastante. Es una sensación extrañísima, como de que las cosas pasan muy rápido y en seguida quedan lejos pero a la vez parece hace dos días que estábamos celebrando el nuevo año.


De 2015 me quedo con las esquiadas de principios de año con amigos que suben de empalmada y se retiran a la hora y media de (intentar) esquiar y esquiadas a finales de año,  con conversaciones más que profundas entre bajada y bajada; acompañados de pisters que recogen piedras - mis hijos no esquiarán: la nieve es ya un milagro - y cenas de olla aranesa deliciosa. Mi conclusion de todo esto es que esquiando soy feliz. Pretty easy, huh? 


En 2015 empecé mi segundo trabajo como (casi)abogada y terminé empezando con mi primer contrato laboral firmado, prácticamente saltando de alegría cuando me informaron de ello y celebrándolo con toda mi familia y mis mejores amigos en una comida que fue puro sentimiento. Os recomiendo muchísimo celebrar vuestra graduación por todo lo alto. Al fin y al cabo, son cosas que no pasan a menudo. Después de estudiar una carrera y dos másters, estoy tranquila de haber hecho lo que tocaba y lo que me apetecía; y creo que eso es una gran suerte. 


Precisamente gracias a estos másters de los que os hablaba, he conocido a personas que pienso incorporar en mi vida de forma definitiva. Hay personas con las que, sin saber por qué, vamos acercándonos de forma casi inconsciente y de repente, sin darnos cuenta, nos encontramos absolutamente conectados a ellos y ya no hay vuelta atrás. Durante 2015, he tenido la suerte de toparme con, al menos, cuatro nuevos amigos. Estoy agradecida por haberme cruzado con ellos, por haber pasado fines de semana en la Costa Brava juntos - teniendo que ser rescatados en alta mar -, por las horas de inacabables listados de documentación revisada y por la complicidad de compartir canciones, bromas y vueltas a casa en moto. Estoy agradecida por los fines de semana de niñas improvisados, por las cenas de sushi y por las conversaciones enternas mediante notas de voz. Me comprometo a dedicarles los ratitos que podamos y sobretodo a serles incondicionales.


En 2015 descubrí un país que me cambió y me dio la oportunidad de estar lejos de todo, conmigo misma, pensando y aceptando todos los cambios que la vida me obligaba a hacer y adoptar. Descubrí que Colombia es pura espiritualidad. Colombia me redescubrió la Fe, la fuerza y la esperanza. Por todo ello tengo muy claro que el mundo es de los valientes y que a veces no hay más remedio que irse (a donde sea y como sea) para poder volver.


Empecé el año 2015 regalándoles a mis amigas un jarrón de cristal con doce papelitos: uno para cada mes. En cada papelito les proponía una actividad para hacer juntas. Si os pasa como a nosotras que, aunque sea horrible y parezca mentira, podemos pasar más de un mes sin vernos, os recomiendo que lo hagáis porque es una manera de 1) verse a menudo y 2) hacer cosas nuevas. Entre otras cosas hemos ido a comer sushi, descubierto un barrio de Barcelona que no conocíamos, hemos ido al teatro, paseado a nuestros perros, preparado un pastel... Son de lo mejor que tengo, aunque no sé como las aguanto.


De 2015 también me quedo con algunos nuevos hábitos. He vuelto a ir al gimnasio y juro y perjuro que continuaré haciéndolo (por mi salud física y mental). He retomado el canto y no puedo estar más contenta porque me permite desconectar cada jueves, utilizando partes de mi cerebro que tenía olvidadas y redescubriendo sensaciones que son absolutamente intuitivas. Mi conclusión: cuando uno trabaja necesita ocupar su tiempo libre en todo aquello que realmente le compense. 



Y siento hacerme pesada, porque no es la primera vez que os lo cuento, pero es que en 2015 he visto, seguramente más claro que nunca, que existen conexiones indestructibles. Os hablo de conexiones que simplemente están latentes y de repente, sin previo aviso, entran en acción. Y cuando aparecen todo cobra sentido. Seguramente no son lo más agradable que nos ofrece el mundo pero indudablemente hacen nuestra vida un pelín más interesante. A mí personalmente me encanta pensar que las personas somos mucho más que lo que hacemos conscientemente y que existen partes de nosotros que ni controlamos ni sabemos que existen. Igual es que hay algo más allá de nuestras capacidades. No sé si es el destino, si es Dios o si es el subconsciente. Lo que sé es que a esa conexión no pienso dedicarle ni más ni menos de lo que se merece. Porque no vale la pena querer matarla ni tampoco darle un protagonismo inmerecido. Es bonita y nos recuerda todo lo que fue. Y es que cuando estamos así de conectados ni nos engañamos, ni nos olvidamos, ni nos dejamos en paz.  Igual es simplemente que hay personas que forman parte de nosotros y nosotros de ellos. Es precioso, ¿no?

Seward

A parte de todo ello, que ya es mucho, en 2015 me he cambiado las gafas, he cambiado de perfume, he empezado a usar tacones y a vestir con americana, he recuperado a una buena amiga, he bailado un montón, he pasado frío en la moto, he pasado ratos con mis abuelos que no tienen precio, he bebido millones de litros de infusiones y he perdido mi móvil por la carretera, inter alia.


Al año 2015 le robo muchas cosas, soy muy consciente. Igual no estoy en posición de pedir,  pero por pedir que no quede así que ojalá el año que viene (o cuando sea) se cumpla lo que dice esta canción:


Hasta pronto, 

X.


domingo, 13 de diciembre de 2015

Cosas que a la gente no pero a mi sí

Que cada uno tiene sus gustos está claro. Y gracias a Dios que así es, porque sino la vida sería mucho más aburrida y monótona de lo que ya es. 

Sin embargo, es más que evidente que hay cosas que gustan a todo el mundo (los grandes éxitos, que causan furor) y cosas que parecen no gustar a nadie: quedan arrinconadas y que son apreciadas por muy pocos. 

No os diré que nunca sigo la corriente, más que nada porque sería una mentira muy grande; estamos en pleno Adviento y no toca mentir. Pero me quedo tranquila, porque es verdad, si os digo que tengo mis gustos muy definidos y que, al menos a veces, no son los más extendidos. Que soy un poquito original y me encanta. 

Así pues, hoy reivindico las cosas que a la gente no, pero que a mi sí: 

1. La purpurina

Quien no sabe apreciar la purpurina, es porque solo se ha fijado en la purpurina cutre y sin ninguna gracia. Con la purpurina que sobra, que es excesiva y que básicamente no aporta nada. 

Sin embargo, defiendo a capa y espada que "a little bit of sparkle doesn't kill nobody". Me gusta en pijamas, en pintauñas, en el maquillaje y en el árbol de Navidad, entre otros. Obviamente me gusta la purpurina sutil, pequeñita y que ilumina. Nada de horteradas, no os confundáis. 


2. Los pintauñas azules y verdes


3. Las infusiones

Igual es porque las identificáis con estar enfermo, igual porque no os gustan las bebidas calientes. Sea como sea, muchos no entendéis por qué me paso el santo día con una taza en la mano. 

Básicamente, las infusiones me relajan y me sientan súper bien. Además existen millones de tipos y sabores. Prepararme una infusión es uno de mis rituales favoritos.


4. El arroz blanco con ketchup

Hay quien mete las patatas fritas en el batido de fresa. Yo pongo ketchup en el arroz blanco. Me encanta, no lo puedo remediar. Y si le añado un huevo frito, estoy en el cielo.


5. El invierno mil veces antes que el verano

El invierno es, sin duda alguna, mi estación favorita del año. Es una cosa tanto mental como física: mencanta la nieve, las mantas, mirar series durante horas seguidas, los jerseys y los abrigos. Además, tolero muy mal el calor, me sienta fatal.  

Aquí lo explican demasiado bien:


6. La combinación de negro con azul marino

Me parto de la risa cuando alguien dice que odia la combinación de negro con azul marino. A mí siempre me ha encantado. Supongo que me pasa como con la música: no hay nada mejor que afinar a la perfección una disonancia. Pues no hay nada mejor que combinar el negro con el azul marino que toca (porque no cualquier azul marino vale). 

* Mis botas de esta temporada. No hace falta que me explique más. 

7. Comerme el limón de la coca-cola

Me rechifla el limón con sabor a coca-cola y no me voy de un bar sin haberme commido el mío y el de mis amigos, que nunca lo quieren. Ellos se lo pierden.


8. Los lazos en la cola de caballo

Supongo que es por herencia madrileña, pero me pierden las colas de caballo con una lazada. Tienen un punto cursi y de época que me gusta muchísimo. Además lo reservo para ocasiones muy contadas, porque me hacen sentir muy diferente.

Con todo, vigilad porque sería un error garrafal usar una lazada fea, cantona o demasiado grande. 


9. Elvira, Valeria, Camila y Daniela

Mis hijas tendrán alguno de estos nombres, seguro. Y nada de decir que son de abuela.



10. Dormir con los calcetines puestos

No os enfadéis conmigo antes de tiempo: tiene una explicación.

Las mujeres de mi familia solemos tener los pies fríos. Creo que es un tema de mala circulación. La cuestión es que no puedo soportar pasar frío por la noche y por lo tanto siempre duermo con los calcetines puestos.


Si encima son grises y de cashmere...os aseguro que duermo muy tranquila.

Y esta canción, espero que os guste a todos porque es espectacular:


En definitiva, son las cosas que me hacen sentir muy yo: que me definen, me identifican y me dan la oportunidad de defenderlas a muerte (me gusta bastante discutir y argumentar) cuando alguien las critica.

¿A vosotros con qué os pasa?

Hasta pronto,

X.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Sobre los fines de semana

En mundo irreal ideal a todos nos pasaría como a Lady Grantham de Downton Abbey, que no sabe qué es el fin de semana. Sin embargo, y seguramente gracias a Dios, los que trabajamos de repente descubrimos que el fin de semana efetivamente existe (there is such a thing like the weekend, my dear) y pasamos a darle un valor casi incalculable. De hecho, cuesta horrores encontrar el punto medio entre sentir que aprovechaste las 48h que te da el Estatuto de los Trabajadores a la vez que te sientes descansado. 


Lo de las 48h no os lo creáis; es la gran mentira de las mentiras: la tarde del domingo casi no cuenta porque el lunes aprieta tanto que es imposible disfrutarla como se merece. Además, algunos tenemos una extremidad más de nuestro cuerpo: el portátil, los binders, los papeles, el trabajo. 

"Me tengo que llevar trabajo a casa. Vale. Entendido. Ningún problema. Lo ponía en mi contrato. Todo controlado. Que no, que no me quejo. Que sí, que lo escogí yo. Que me gusta lo que hago. ¿Vale?"

De momento, creo que lo estoy llevando bastante bien. ¿Cómo?

1. Keep in mind que tu trabajo lo escogiste tú solito. Además molas un huevo y vas a llegar lejos. Créetelo. En serio, es la verdad. 


2. Búscate planes que te den la sensación de ser libre y de haber hecho cosas diferentes y haber desconectado pero que tengan una duración limitada. Así no los alargarás eternamente. Ya se sabe que el autoconvencimiento es muy traicionero: "ostras, se nos fué la hora", "al final nos alargamos", "hacía tanto que no nos veíamos que...". Nada de todo eso porque luego el tiempo se nos hecha encima.

Algunas ideas:

- Móntate un buen aperitivo: el aperitivo es perfecto porque te permite levantarte tarde (o idealmente trabajar un rato por la mañana) y te obliga a volver a casa para comer. Puedes aprovechar e ir a un bar chulísimo de esos a los que hace tiempo que quieres ir, pero vigila si pides berberechos: suelen hacerte pagar el precio de su peso en oro. 


-  Ve al teatro o al cine: tienen duración determinada y son a una hora concreta. Vas, ves la obra o la peli y vuelves. Genial.

La fantástica Carme Pla en Humor Humà, que por desgracia terminaba hoy. Estad atentos a si vuelve a las salas porque es espectacular.

- Organízate una cena tarde: lo bueno de vivir en un país del sur de Europa es que comemos y cenamos tarde. Apróvechate de ello: curra toda la tarde y queda a última hora para cenar. Dos en uno, tú.


3. Fíjate una meta motivacional, como el fin de semana de esquí que te espera en un par de semanas al que tienes que llegar a) vivo y b) sin portátil. 


4. Quédate con lo positivo y piensa en lo comodísimo que es trabajar en tu cama o sofá, con el pijama puesto y con tu perro en la falda. Que las americanas, faldas y zapatos de tacón son monísimos pero fácilmente sustituibles. 


En definitiva, evita quedarte todo el día en casa mirando series, comprando on-line y comiendo chocolate y patatas fritas: eso solo te daría la sensación de no haber hecho nada, de haber desperdiciado el tiempo y haberte pasado las famosas 48h que tiene el fin de semana trabajando pero sin avanzar demasiado. Organizarse para no procrastinar es la clave

Siempre puedes ponerte esta canción para animarte, es preciosa:


Hasta pronto, 

X.










martes, 3 de noviembre de 2015

De las incongruencias más maravillosas

Cada vez veo más claro que el ser humano es incongruente, se contradice, se hace trampas a sí mismo y se autoconvence. Y todo ello continuamente, como a modo de vida.

A mí personalmente me parece fantástico. Es divertidísimo darse cuenta de cómo de incoherente se es y del poco sentido y la poca consistencia que tienen algunos de los actos que más nos definen, que más conscientemente hacemos o de los que más orgulloso estamos.

Así pues, he pensado en las incongruencias más maravillosas de mi vida, o igual de la vida en general, no sé. Ahí van:

1. Ser una persona de sí o no, de todo o nada, de cero o cien, de blanco o negro y que mi color favorito sea el gris. Y no solo eso: es que todo el mundo me identifica con el color gris (¿será que tengo cómplices de incongruencias?). Mi habitación es gris. Escojo gris siempre.

Todo con muy poco sentido, la verdad. Pero vaya, supongo que mi subconsciente - o lo que sea - me advierte de que en la vida no todo son extremos. Creo que en el gris encuentro mi calma; el punto intermedio. Sí.



2. La maravillosa incongruencia de que me regalaras un brillante y luego desaparecieras así, sin más. Porque si el brillante es la piedra eterna por excelencia, para nada actuaste haciéndole justicia. Porque te me mandaste un mensaje equivocado.



3. La aún más fantástica incoherencia de que yo lo siga llevando. Es tierno, adorable y absurdo a la vez. Ya forma parte de mí, ni lo veo, y eso me encanta.


* consejo de experiencia: lee siempre la letra pequeña. 

4. Encontrar la satisfacción de las cosas en el momento de terminarlas y no mientras las llevo a cabo. Quiero pensar que a todos nos pasa: por fin terminé la serie, por fin me acabé de leer el libro, al fin entregué ese (maldito) trabajo, al fin quedé con aquél chico (esto último lo piensas ya de vuelta a casa, ofc).

Nos hacemos esclavos del futuro de la manera más tonta posible, porque lo que suele ocurrir es que el momento de terminar algo es infinítamente más fugaz que todo el tiempo que nos lleva llegar a él y que desperdiciamos alegremente. Ya lo dicen, ya: hay que centrarse en el presente. Que ser presente es lo más congruente.



5. El contrasentido de normalizar todo lo que consigo, todo lo bueno que me ocurre.

La rabia que me da dejar de valorar o valorar mucho menos las cosas desde el momento en que me ocurren a mí, como si por el sólo hecho de vivirlas pasaran a ser normales. Hablo de cuando, por ejemplo, al viajar, dejo de ver como exótico el país que tantas veces había soñado en visitar o de cuando resto importancia al trabajo que me han dado o cuando tomo por seguras a todas las personas que más me quieren.


6. El absurdo de que todo ello sólo me pase con lo bueno. Porque lo malo es un absoluto drama aunque lo viva en mis carnes una y mil veces. Que no aprendo, que no relativizo, que no normalizo lo  duro, lo que no es agradable.



7. Lo gracioso de ser alérgica al pelo de perro y que no pueda vivir sin Haddockito.

7 bis. El sinsentido de que Haddock sea un perro pero tenga nombre de bacalao. Igual no lo sabíais pero Haddock, en inglés, es un tipo de bacalao. Yo obviamente le puse ese nombre en honor al Capitán Haddock pero creo que Hergé le puso el nombre a su personaje por algo...


8. La deliciosa costumbre de volver a meterme en la cama después de desayunar. No hay nada más anti-natural en mi vida, creo. Siendo la típica morning person que da rabia porque se pone en pie a la que suena el despertador y en media hora puede estar duchada, desayunada y con la cama hecha, me parece maravilloso volver a la cama cuando ya me había levantado.




Nada suele ser lo que parece.



Qué, ¿sois o no sois incoherentes?

Hasta pronto,

X


jueves, 22 de octubre de 2015

De mis quince sensaciones favoritas

Me da mucha rabia y hasta un poquito de vergüenza aceptar que creo y defiendo el gran tópico de que "la felicidad está en las pequeñas cosas". Sin embargo no os penséis que me quedo con eso. Como siempre, porque soy un poco rebelde, intento diferenciarme y añado un matiz que para mí lo es todo y es que creo y rezo que "la felicidad también está en las pequeñas cosas".

Paso de ser la típica que reniega de las grandes cosas: del éxito, del amor, del lujo...pero me siento afortunada porque pese a que disfruto enormemente con todo eso (y lo busco, lo sueño) también me encantan los detalles, los momentos que casi ni te das cuenta de que pasan y las cosas simples, porque al final son pequeñas chispas que llenan mi vida. Ya lo decía Bruce, que sabe mucho: you can't start a fire without a spark. Pues eso, que sin las cosas pequeñas nada sería lo mismo.

Pensando en todo ello, he hecho una lista de mis quince sensaciones favoritas. Allá voy:

1. Dar las gracias

Hoy en día - y yo la primera - vamos por la vida haciendo mil cosas a la vez y sin pararnos a pensar demasiado. Un día llegué a la conclusión de que empezaría a dar las gracias por todo aquello que realmente me llena, por pequeño o grande que sea.

No sabéis el gusto que es tener una conversación interensantísima con un (nuevo) amigo, de esas que te une muchísimo en menos de 10 minutos y que deja pensando durante días. Levantarte al día siguiente y agradecerle el rato de desconexión total es maravilloso. También lo es agradecerles a tus amigas que siempre estén allí, aunque ya lo sepan.


2. Esquiar 

De esquiar me gusta absolutamente todo: levantarme tempranísimo, la velocidad, la nieve, la estética y espirar aire frío pero me apasiona la sensación de quitarte las botas después de todo el día bajando pistas. Sí, esa es una de mis sensaciones favoritas.


3. Que me hagan pensar

Creo que de lo mejor que me puede pasar es que alguien me haga pensar y plantearme las cosas. Me encanta pensar. Es así de simple. Conquistarme es fácil. 


4. Viajar a un sitio nuevo

Sin duda alguna los nervios, intriga y emoción que me provoca saber que conoceré un sitio nuevo y, al final, por fin, llegar allí y absorver todo lo que pueda en el tiempo que tenga para estar allí es también una de mis sensaciones preferidas.


5. Volver a casa

Y la recompensa de viajar no sólo es experimentar todo eso que os contaba en el punto anterior: también implica volver a casa. Pasar por la puerta, oler a lo de siempre y, de repente, relajarte. Ya está, qué bien, qué suerte tengo de tener todo lo que tengo.


6. Reírme

Y sobretodo que me hagan reír. 


* Extra: Mirar y remirar fotos de los mejores viajes me rechifla.

7. Estrenar

Me encanta comprarme algo y estrenarlo enseguida. Suelo salir de la tienda con los zapatos ya puestos. ¿Para qué esperar?


8. Ordenar

Es tan simple como que cuando ordeno mi habitación, el baño o mi armario lo único que realmente estoy haciendo es recolocar objetos y, sobretodo, ordenar mi cabeza. Es terapéutico.


* Extra 2: las camisetas de rayas marineras me hacen estúpidamente feliz. 


9. El click del hervidor

En mi casa el hervidor es absolutamente imprescindible. Y no hay nada que me guste más que oir el click que hace cuando el agua ya está lista: de repente me relajo porque ya puedo prepararme el té o, aun mejor, porque quiere decir que en ocho minutos mis espaguetis estarán ready to be devoured. 


10.  Llegar a casa y ponerme cómoda

Cómo un autómata: abrigo en el armario de la entrada, bufanda en el cajón de las bufandas, zapatos fuera y colocados en su sitio y entonces, por fín, desabrochar el sujetador, recojerme el pelo y ponerme unos leggins negros. 


11. Conducir cantando con la música a todo trapo

De hecho lo que más me gusta es conducir sola, poner una lista aleatoria y que de repente suene una canción que me haga bailar. Y entonces canto y bailo con todas mis ganas y soy muy feliz.


12. El olor a buñuelos de Quaresma por Semana Santa en casa de mis abuelos

En realidad me gustan todos los olores que te teletransportan a sensaciones y tradiciones. Pero sin duda mi preferido es el de buñuelos de Quaresma. Huele a Semana Santa, a primeros días de playa y a tejanos, camiseta y jersey finito. 


13. Entender una broma unos segundos más tarde que los demás

Es la típica situación en la que experimento un placer tan íntimo como que me río por la broma, con un poco con vergüenza, pero sobretodo me río de mi misma. Vergüenza porque de repente en mi cabeza ha habido una conexión que a mí me ha parecido brutal, y mi cerebro piensa muy rápido: "oh, claro, qué lista soy, cómo domino, qué buena la broma" y justo después, sin casi tener tiempo de disfrutar ese hito me caigo de mi mundo dándome cuenta que voy tarde, y que ahora todos se ríen de mí. Y no sé muy bien como explicároslo pero me siento muy conmigo misma. 


14. Sumergirme en el agua de mar 

El mar es de las cosas que más me gusta de este mundo y me salva días enteros porque me relaja y me libera. Pero sin duda lo que más me gusta es sumergirme y que me envuelva. Siempre he querido ser sirena o pececito por unas horas. 


15. Escuchar Devils and Dust

Canciones como mantras que te calman, te erizan la piel, te hacen pensar y te hacen llorar mientras sonríes absolutamente cada vez que las escuchas. 

I got God on my side
And I'm just trying to survive
What if what you do to survive
Kills the things you love
Fear's a powerful thing, baby
It can turn your heart black you can trust





Sensaciones, en definitiva, que me reconcilian con la vida.

Hasta pronto,

X.













lunes, 12 de octubre de 2015

De como adentrarse en el otoño

Pues sí, el verano terminó y ya quedó atrás. Bye be, hasta luego, nos vemos, ciao. Y después de la tormenta viene la calma, los horarios locos desaparecen y nos prepraramos para la hibernación.

Los que me conocen saben que soy bastante de extremos. A mí que me hablen de sí o de no, de 0 o de  100, de frío o de calor. Por lo tanto, esto del otoño y la primavera también me cuesta, no os creáis. Lo que pasa es que soy una férrea defensora del invierno y por lo tanto el otoño me alegra el espíritu, me acerca a la nieve, a la Navidad y en general, al máximo confort.

Siendo consciente del drama que ello supone para muchos de los que me rodean, que parecen adorar el verano y lo catalogan como la mejor época del año, he pensado que podría daros unos tipcitos (plis, leédlo como "tipsitos" - incorporación colombiana) sobre como recibir el otoño:

1. Cambio de armario 

Si podéis, retirad todo ápice de verano de vuestra vista. Ojos que no ven corazón que no siente. Adiós a las blusas de tirantes y a los shorts (porque chicas, los shorts con media tupida debajo son una aberración; así que nada, hasta el año que viene).

Y rápido y sin mirar atrás, recibid con los brazos abiertos a bufandas, jerseys, calcetinas y botas. Americanas, undercoats, sombreros...



2. Organiza una castañada

El mejor plan para estos próximos meses es alquilar una masía con chimenea y reunirse con todos los amigos para celebrar la castañada de día y Halloween de noche.

¿Que cómo funciona? Busca una casa bien rústica en la que quepáis tú y tus amigos; los citas sobre el mediodía de un sábado y compra castañas, panellets, pan para tostar, embutido y prepara bizcochos, galletas y gintonics. En cuanto anochezca te disfrazas (o no) y dejas que la noche haga de las suyas.



3. Disfruta de la rutina

Que sí, que está genial esto de poder improvisar, cambiar de planes y de organización cada día y hasta cada hora. Pero aceptemos, ente todos, que la rutina también tiene su bright side.

Que no hay nada como llegar a casa y que la cena esté preparada, ir al gimnasio cada martes y jueves (y de paso reírte un rato con tus amigas), levantarse pronto y aprovechar el día entero, saborear las cosas durante más días porque las apuntas en la agenda con antelación,...

Igual soy la única, pero me apasiona una buena vuelta a la rutina. La gracia, aunque supongo que ya lo sabéis, es hacer trampas contra uno mismo y, de vez en cuando, saltarse el timing y sentirse rebelde por unas horas que compensan para un mes entero.


* Extra tip: el Happines Planner es una agenda que ayuda a encontrar momentos de felicidad. No la tengo ni suelo ser muy fan de estas ideas pero creo que es una edición bonita y que al fin y al cabo, está bien pensada y seguro que funciona. Podéis comprarla aquí.

4. Chocolate caliente y tés

Lo del chocolate caliente, deshecho, suizo o como prefiráis llamarle os lo dejo para vosotros; dichosos los que consiguen digerir la lactosa sin morir en el intento. Pero de vez en cuando también podéis uniros al club de los del té.

La cuestión, al fin y al cabo, es tomarse en una taza bonita una bebida calentita que requiera cierto tiempo de preparación. Así es más emocionante e incorporas un nuevo ritual de relajación a tu vida. Ajá, win-win.



5. Que estar en casa sea una buena opción

El día se acorta, los ratos de sofá y manta se alargan. Creo que una buena manera de ambientarse es buscar algo en lo que invertir todos esos ratos: haz un puzzle, pinta un cuadro, cuida un bonsai o construye la estación de bomberos de Lego. Hacer cosas en casa, con una sudadera comodísima, la calefacción encendida y un buen té (punto 4, sí) es ideal.

En mi caso, intento tejer o hacer ganchillo. La verdad es que hace un montón de años que empecé y ahora que está tan de moda es un gustazo comprar lanas y buscar patrones por internet. Os animo mucho mucho mucho a probarlo porque es uno de los mejores métodos de desconexión que conozco y porque es muy satisfactorio usar el cuello que tú mismo has tejido.



Pero vaya, que si nada de esto os ha servido o no tenéis suficiente, escuchad esta canción y estaréis en autumnal mood antes de que pasen los casi cuatro minutos que dura:



Y si llegados a este punto seguís sin conseguirlo podéis escuchar la lista que he creado en Spotify. Os confieso es lo que a mí realmente me ha ayudado a entrar en el otoño.






Hasta pronto,

X.