domingo, 13 de marzo de 2016

Sobre las cosas que hacen que yo sea yo

Que todos somos iguales es la falacia más bien formulada de la historia. Y no solo lo digo porque las desigualdades son más que evidentes y porque es mentira que todos tenemos los mismos derechos (y obligaciones) sino porque cada uno de nosotros es infinitamente diferente. 

Y sin ánimo de ser egocéntrica, porque suele costarme lo de autoanalizarme, tengo que deciros que he disfrutado del proceso de pensar en todas aquellas cosas que, me guste o no, creo que me diferencian de los demás.

Es interesante darse cuenta de que todo sigue un cierto esquema y que en cierto modo estamos cortados por un patrón que hace que, en nosotros, todo tenga algún sentido. Ya os dije una vez que somos incoherentes pero pensándolo bien, también es cierto que las cosas que nos definen explican mucho sobre quién somos. Es chulísimo que ciertas cosas nos recuerden irremediablemente a ciertas personas. Y es que me encanta tanto decir como recibir la frase "Es tan tú...".

Creo que estas son las cosas que hacen que yo sea yo: 

1. Llevar las uñas pintadas.


2. Canturrear las canciones de las películas aunque las esté escuchando por primera vez, que es de hecho lo que ocurre (casi) siempre. No sé cómo lo hago, la verdad. Pero mi cerebro parece saberse todas las melodías. Puede ser molesto, lo sé. De hecho mi amiga M me odia por eso. 


3. Peinarme antes de ir a dormir. 

Pensaréis que es una estupidez pero os equivocáis: es asqueroso pensar que metes en la cama toda la suciedad de la calle y además uno descansa mucho mejor sin enredos.


4. Siempre, always and forever tener Kleenex cerca de donde duermo. 


5. Mis tazas y mis tés e infusiones all day every day.



6. Mis anillos, mi medalla y mi reloj. Que no me quito ni para dormir y que siempre me veréis encima. 

Me encanta que la gente lleve siempre algún complemento que acabe formando parte de su persona. En mi caso, hace ya muchos años que siempre llevo tres anillos en la mano izquierda, mi medalla de nacimiento colgada y un reloj que, como debería pasar con todos los relojes, tiene un significado importante.


7. Devorar un plato de pasta. No hay nada que me siente mejor. No soy yo sin la pasta. 


8. Mi obsesión y fijación por todo lo que sea de época y por todo lo que sea británico. 

Con época me refiero a la época Victoriana, al rededor del año 1800, cuando los bailes eran espectaculares, los chicos eran mega caballerosos (una lástima que eso se haya perdido, al menos en gran medida) y las chicas tenían que ser: kind, well read and accomplished.

Si no sabéis de que os hablo, os animo a ver (de hecho, os animo a leer) Orgullo y Prejuicio, Sentido y Sensiblidad o Cumbres borrascosas. También podéis ver una de las mejores series del mundo, Donwton Abbey, que aunque refleja una época un poco posterior, también me apasiona. 

Y en cuanto a lo británico debe ser por el inglés, el acento y el clasicismo bien entendido. 


9. Enumerar y listar las cosas más banales de la vida. Teorizarlo y ordenarlo todo. 

Cualquier cosa que me ocurre o que alguien comparte conmigo tiene que pasar por el filtro del orden: para avanzar necesito separar por puntos, enumerar y establecer premisas y conclusiones. 


10. Hacer las maletas con una semana de antelación. Ordenar las maletas siempre de la misma manera. Un día os lo contaré porque es una técnica infalible. 

Hacer maletas no es cosa fácil, se requiere experiencia, paciencia y un poco de cabeza. A base de equivocarme, he conseguido desarrollar una técnica que me funciona cada vez. Además tengo la intención de mantener la tradición de prepararlas siempre con al menos una semana de antelación no solo porque me funciona a nivel práctico sino porque alarga el viaje y aumenta la emoción.


11. Mi intolerancia a la lactosa. Lo que se convierte en la siguiente conversación en cada restaurante al que voy; ¿Seguro que no lleva nada de lactosa?; ¿Leche, mantequilla, queso? Piense que podría morir... 



12. La necesidad de ratos de estar sola que suelen ir asociados a mi mal humor de cuando estoy cansada - por la noche.


13. La imposibilidad de compartir la toalla con alguien. NO. Lo siento. Mi toalla es mía y no se toca. Y si la dejo tendidita en la arena quiero encontrarla tal cual cuando salgo del agua. Gracias. 


14. La manía de dormir siempre que puedo en mi cama o de, en su defecto, llevarme la funda antiácaros de mi almohada allí donde tengo que pasar más de dos noches. 


15. La costumbre de poner la alarma un minuto después del que me quiero despertar para poder aprovechar al máximo. 

Me explico: la alarma está pensada de manera que si la programamos, pongamos, a las 7:30, suene a las 7:29.59'' con lo que el minuto 30 no lo dormimos. Eso me da una rabia tal que lo que hago es ponerla a las 7:31 para así dormir verdaderamente hasta las 7:30.



16. Mi obsesión con mi inicial. La llevo y la tengo en muchos formatos. Me encanta. 


17. Mi fobia a las arañas (hasta me ha costado escribir la palabra). 


18. El odio eterno que le tengo a una mesa mal puesta, a un cuchillo mal colocado y a unos cubiertos mal cogidos. 


19. El color gris. 

Y mis muchas camisetas a rayas. Y mis tejanos negros. Y mis náuticas. Y mis chales hechos de ganchillo.

20. Esta canción:



Los que más me conocen os podrán decir si todo esto me define, y podrán seguramente añadir otras muchas cosas que asocian conmigo, y eso es lo bonito: la imagen y sensación que transmitimos varía y generamos experiencias distintas.

¿Y a vosotros, qué es lo que os caracteriza?


X.