lunes, 28 de diciembre de 2015

De lo que le robo al año 2015

Cada año el tiempo pasa más y más rápido. Creo que ahora el tiempo ya me pasa volando. Me cuesta pensar que ya está, que se acabó, que 2015 ya pasó. Sin embargo, a la vez tengo la sensación de haber hecho millones de cosas y de haber evolucionado bastante. Es una sensación extrañísima, como de que las cosas pasan muy rápido y en seguida quedan lejos pero a la vez parece hace dos días que estábamos celebrando el nuevo año.


De 2015 me quedo con las esquiadas de principios de año con amigos que suben de empalmada y se retiran a la hora y media de (intentar) esquiar y esquiadas a finales de año,  con conversaciones más que profundas entre bajada y bajada; acompañados de pisters que recogen piedras - mis hijos no esquiarán: la nieve es ya un milagro - y cenas de olla aranesa deliciosa. Mi conclusion de todo esto es que esquiando soy feliz. Pretty easy, huh? 


En 2015 empecé mi segundo trabajo como (casi)abogada y terminé empezando con mi primer contrato laboral firmado, prácticamente saltando de alegría cuando me informaron de ello y celebrándolo con toda mi familia y mis mejores amigos en una comida que fue puro sentimiento. Os recomiendo muchísimo celebrar vuestra graduación por todo lo alto. Al fin y al cabo, son cosas que no pasan a menudo. Después de estudiar una carrera y dos másters, estoy tranquila de haber hecho lo que tocaba y lo que me apetecía; y creo que eso es una gran suerte. 


Precisamente gracias a estos másters de los que os hablaba, he conocido a personas que pienso incorporar en mi vida de forma definitiva. Hay personas con las que, sin saber por qué, vamos acercándonos de forma casi inconsciente y de repente, sin darnos cuenta, nos encontramos absolutamente conectados a ellos y ya no hay vuelta atrás. Durante 2015, he tenido la suerte de toparme con, al menos, cuatro nuevos amigos. Estoy agradecida por haberme cruzado con ellos, por haber pasado fines de semana en la Costa Brava juntos - teniendo que ser rescatados en alta mar -, por las horas de inacabables listados de documentación revisada y por la complicidad de compartir canciones, bromas y vueltas a casa en moto. Estoy agradecida por los fines de semana de niñas improvisados, por las cenas de sushi y por las conversaciones enternas mediante notas de voz. Me comprometo a dedicarles los ratitos que podamos y sobretodo a serles incondicionales.


En 2015 descubrí un país que me cambió y me dio la oportunidad de estar lejos de todo, conmigo misma, pensando y aceptando todos los cambios que la vida me obligaba a hacer y adoptar. Descubrí que Colombia es pura espiritualidad. Colombia me redescubrió la Fe, la fuerza y la esperanza. Por todo ello tengo muy claro que el mundo es de los valientes y que a veces no hay más remedio que irse (a donde sea y como sea) para poder volver.


Empecé el año 2015 regalándoles a mis amigas un jarrón de cristal con doce papelitos: uno para cada mes. En cada papelito les proponía una actividad para hacer juntas. Si os pasa como a nosotras que, aunque sea horrible y parezca mentira, podemos pasar más de un mes sin vernos, os recomiendo que lo hagáis porque es una manera de 1) verse a menudo y 2) hacer cosas nuevas. Entre otras cosas hemos ido a comer sushi, descubierto un barrio de Barcelona que no conocíamos, hemos ido al teatro, paseado a nuestros perros, preparado un pastel... Son de lo mejor que tengo, aunque no sé como las aguanto.


De 2015 también me quedo con algunos nuevos hábitos. He vuelto a ir al gimnasio y juro y perjuro que continuaré haciéndolo (por mi salud física y mental). He retomado el canto y no puedo estar más contenta porque me permite desconectar cada jueves, utilizando partes de mi cerebro que tenía olvidadas y redescubriendo sensaciones que son absolutamente intuitivas. Mi conclusión: cuando uno trabaja necesita ocupar su tiempo libre en todo aquello que realmente le compense. 



Y siento hacerme pesada, porque no es la primera vez que os lo cuento, pero es que en 2015 he visto, seguramente más claro que nunca, que existen conexiones indestructibles. Os hablo de conexiones que simplemente están latentes y de repente, sin previo aviso, entran en acción. Y cuando aparecen todo cobra sentido. Seguramente no son lo más agradable que nos ofrece el mundo pero indudablemente hacen nuestra vida un pelín más interesante. A mí personalmente me encanta pensar que las personas somos mucho más que lo que hacemos conscientemente y que existen partes de nosotros que ni controlamos ni sabemos que existen. Igual es que hay algo más allá de nuestras capacidades. No sé si es el destino, si es Dios o si es el subconsciente. Lo que sé es que a esa conexión no pienso dedicarle ni más ni menos de lo que se merece. Porque no vale la pena querer matarla ni tampoco darle un protagonismo inmerecido. Es bonita y nos recuerda todo lo que fue. Y es que cuando estamos así de conectados ni nos engañamos, ni nos olvidamos, ni nos dejamos en paz.  Igual es simplemente que hay personas que forman parte de nosotros y nosotros de ellos. Es precioso, ¿no?

Seward

A parte de todo ello, que ya es mucho, en 2015 me he cambiado las gafas, he cambiado de perfume, he empezado a usar tacones y a vestir con americana, he recuperado a una buena amiga, he bailado un montón, he pasado frío en la moto, he pasado ratos con mis abuelos que no tienen precio, he bebido millones de litros de infusiones y he perdido mi móvil por la carretera, inter alia.


Al año 2015 le robo muchas cosas, soy muy consciente. Igual no estoy en posición de pedir,  pero por pedir que no quede así que ojalá el año que viene (o cuando sea) se cumpla lo que dice esta canción:


Hasta pronto, 

X.


domingo, 13 de diciembre de 2015

Cosas que a la gente no pero a mi sí

Que cada uno tiene sus gustos está claro. Y gracias a Dios que así es, porque sino la vida sería mucho más aburrida y monótona de lo que ya es. 

Sin embargo, es más que evidente que hay cosas que gustan a todo el mundo (los grandes éxitos, que causan furor) y cosas que parecen no gustar a nadie: quedan arrinconadas y que son apreciadas por muy pocos. 

No os diré que nunca sigo la corriente, más que nada porque sería una mentira muy grande; estamos en pleno Adviento y no toca mentir. Pero me quedo tranquila, porque es verdad, si os digo que tengo mis gustos muy definidos y que, al menos a veces, no son los más extendidos. Que soy un poquito original y me encanta. 

Así pues, hoy reivindico las cosas que a la gente no, pero que a mi sí: 

1. La purpurina

Quien no sabe apreciar la purpurina, es porque solo se ha fijado en la purpurina cutre y sin ninguna gracia. Con la purpurina que sobra, que es excesiva y que básicamente no aporta nada. 

Sin embargo, defiendo a capa y espada que "a little bit of sparkle doesn't kill nobody". Me gusta en pijamas, en pintauñas, en el maquillaje y en el árbol de Navidad, entre otros. Obviamente me gusta la purpurina sutil, pequeñita y que ilumina. Nada de horteradas, no os confundáis. 


2. Los pintauñas azules y verdes


3. Las infusiones

Igual es porque las identificáis con estar enfermo, igual porque no os gustan las bebidas calientes. Sea como sea, muchos no entendéis por qué me paso el santo día con una taza en la mano. 

Básicamente, las infusiones me relajan y me sientan súper bien. Además existen millones de tipos y sabores. Prepararme una infusión es uno de mis rituales favoritos.


4. El arroz blanco con ketchup

Hay quien mete las patatas fritas en el batido de fresa. Yo pongo ketchup en el arroz blanco. Me encanta, no lo puedo remediar. Y si le añado un huevo frito, estoy en el cielo.


5. El invierno mil veces antes que el verano

El invierno es, sin duda alguna, mi estación favorita del año. Es una cosa tanto mental como física: mencanta la nieve, las mantas, mirar series durante horas seguidas, los jerseys y los abrigos. Además, tolero muy mal el calor, me sienta fatal.  

Aquí lo explican demasiado bien:


6. La combinación de negro con azul marino

Me parto de la risa cuando alguien dice que odia la combinación de negro con azul marino. A mí siempre me ha encantado. Supongo que me pasa como con la música: no hay nada mejor que afinar a la perfección una disonancia. Pues no hay nada mejor que combinar el negro con el azul marino que toca (porque no cualquier azul marino vale). 

* Mis botas de esta temporada. No hace falta que me explique más. 

7. Comerme el limón de la coca-cola

Me rechifla el limón con sabor a coca-cola y no me voy de un bar sin haberme commido el mío y el de mis amigos, que nunca lo quieren. Ellos se lo pierden.


8. Los lazos en la cola de caballo

Supongo que es por herencia madrileña, pero me pierden las colas de caballo con una lazada. Tienen un punto cursi y de época que me gusta muchísimo. Además lo reservo para ocasiones muy contadas, porque me hacen sentir muy diferente.

Con todo, vigilad porque sería un error garrafal usar una lazada fea, cantona o demasiado grande. 


9. Elvira, Valeria, Camila y Daniela

Mis hijas tendrán alguno de estos nombres, seguro. Y nada de decir que son de abuela.



10. Dormir con los calcetines puestos

No os enfadéis conmigo antes de tiempo: tiene una explicación.

Las mujeres de mi familia solemos tener los pies fríos. Creo que es un tema de mala circulación. La cuestión es que no puedo soportar pasar frío por la noche y por lo tanto siempre duermo con los calcetines puestos.


Si encima son grises y de cashmere...os aseguro que duermo muy tranquila.

Y esta canción, espero que os guste a todos porque es espectacular:


En definitiva, son las cosas que me hacen sentir muy yo: que me definen, me identifican y me dan la oportunidad de defenderlas a muerte (me gusta bastante discutir y argumentar) cuando alguien las critica.

¿A vosotros con qué os pasa?

Hasta pronto,

X.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Sobre los fines de semana

En mundo irreal ideal a todos nos pasaría como a Lady Grantham de Downton Abbey, que no sabe qué es el fin de semana. Sin embargo, y seguramente gracias a Dios, los que trabajamos de repente descubrimos que el fin de semana efetivamente existe (there is such a thing like the weekend, my dear) y pasamos a darle un valor casi incalculable. De hecho, cuesta horrores encontrar el punto medio entre sentir que aprovechaste las 48h que te da el Estatuto de los Trabajadores a la vez que te sientes descansado. 


Lo de las 48h no os lo creáis; es la gran mentira de las mentiras: la tarde del domingo casi no cuenta porque el lunes aprieta tanto que es imposible disfrutarla como se merece. Además, algunos tenemos una extremidad más de nuestro cuerpo: el portátil, los binders, los papeles, el trabajo. 

"Me tengo que llevar trabajo a casa. Vale. Entendido. Ningún problema. Lo ponía en mi contrato. Todo controlado. Que no, que no me quejo. Que sí, que lo escogí yo. Que me gusta lo que hago. ¿Vale?"

De momento, creo que lo estoy llevando bastante bien. ¿Cómo?

1. Keep in mind que tu trabajo lo escogiste tú solito. Además molas un huevo y vas a llegar lejos. Créetelo. En serio, es la verdad. 


2. Búscate planes que te den la sensación de ser libre y de haber hecho cosas diferentes y haber desconectado pero que tengan una duración limitada. Así no los alargarás eternamente. Ya se sabe que el autoconvencimiento es muy traicionero: "ostras, se nos fué la hora", "al final nos alargamos", "hacía tanto que no nos veíamos que...". Nada de todo eso porque luego el tiempo se nos hecha encima.

Algunas ideas:

- Móntate un buen aperitivo: el aperitivo es perfecto porque te permite levantarte tarde (o idealmente trabajar un rato por la mañana) y te obliga a volver a casa para comer. Puedes aprovechar e ir a un bar chulísimo de esos a los que hace tiempo que quieres ir, pero vigila si pides berberechos: suelen hacerte pagar el precio de su peso en oro. 


-  Ve al teatro o al cine: tienen duración determinada y son a una hora concreta. Vas, ves la obra o la peli y vuelves. Genial.

La fantástica Carme Pla en Humor Humà, que por desgracia terminaba hoy. Estad atentos a si vuelve a las salas porque es espectacular.

- Organízate una cena tarde: lo bueno de vivir en un país del sur de Europa es que comemos y cenamos tarde. Apróvechate de ello: curra toda la tarde y queda a última hora para cenar. Dos en uno, tú.


3. Fíjate una meta motivacional, como el fin de semana de esquí que te espera en un par de semanas al que tienes que llegar a) vivo y b) sin portátil. 


4. Quédate con lo positivo y piensa en lo comodísimo que es trabajar en tu cama o sofá, con el pijama puesto y con tu perro en la falda. Que las americanas, faldas y zapatos de tacón son monísimos pero fácilmente sustituibles. 


En definitiva, evita quedarte todo el día en casa mirando series, comprando on-line y comiendo chocolate y patatas fritas: eso solo te daría la sensación de no haber hecho nada, de haber desperdiciado el tiempo y haberte pasado las famosas 48h que tiene el fin de semana trabajando pero sin avanzar demasiado. Organizarse para no procrastinar es la clave

Siempre puedes ponerte esta canción para animarte, es preciosa:


Hasta pronto, 

X.