sábado, 25 de enero de 2014

Mente fuerte



Si piensas que estás vencido, lo estás,
si piensas que no te atreves, no lo harás,
si piensas que te gustaría ganar pero no puedes,
no lo lograrás.

(Rudyard Kipling)

En casa, siempre me han dicho que la mente es muy fuerte y que, por ello, nuestra actitud es esencial. El modo en el que nos tomamos las cosas es totalmente trascendental. Mi madre me lo decía cuando hacíamos excursiones por la Cerdaña, en verano. Mi padre me lo repetía cuando esquiábamos, cada invierno. Que si no quieres subir, no subirás. Que si no quieres que la bota entre en la fijación, no entrará. 

Ante las cosas que nos ocurren, podemos ponernos unas gafas u otras: podemos tomárnoslas con ilusión o simplemente dejarnos llevar por las pocas ganas. Es evidente, sin embargo, que no siempre es fácil mostrar una actitud positiva. Es cuestión de entrenamiento duro y persistente, forma parte de la maduración de cada uno. 

Como os decía, mis padres siempre han insistido en hacernos ver que vale la pena tener ilusión. Nos empujan a aprender a dominar nuestra mente para poder cambiar el chip cuando es necesario. Nos  sueltan de la mano para que podamos andar solos, con todo lo que eso conlleva.

Últimamente, esto de ser positiva estaba constándome más de lo habitual así que busqué la manera de cambiarlo. Enseguida lo tuve claro: compré unos vuelos a París para ir a visitar a una de mis mejores amigas. Es la persona más positiva que conozco, y cómo me gusta.


Siempre decimos que somos amigas desde antes de nacer porque nuestras madres ya se conocían por aquel entonces. Hemos pasado todos nuestros veranos juntas, viéndonos unas 10 horas al día. Con el tiempo, hemos creado una conexión bastante singular: somos de mundos muy distintos y estudiamos cosas esencialmente dispares, yo soy recta y ella alocada pero a la vez conseguimos mantenernos muy cerca la una de la otra.



En experiencia, me gana por a penas un mes pero siempre consigue enseñarme muchas cosas. Aprendo de su vitalidad y de sus ganas de hacer mil cosas, me engancha el don que tiene para relativizar las cosas y darles la importancia justa y necesaria, me da envidia la capacidad que tiene de hacer la vida fácil. Ella no se complica, se adapta a todo lo que le llega: es práctica. Ahora también puedo deciros que es una perfecta anfitriona. Con ella, me queda claro que las conversaciones son mejores con vino y queso, que el ratatouille es delicioso en Erasmus y que las fotos siempre deben pedirse a asiáticos.



Pero vaya, que aquí lo que importa es que ha conseguido cambiar mi mentalidad. Que desde que he vuelto de París estoy más tranquila. Lo mejor de todo es que lo hizo tal como es ella: con naturalidad y espontaneidad, sin protagonismo y en el último momento.

Que qué hizo? Me dijo algo. Una frase. Muy simple.

Confío en ti.  

Demostró conocerme muy bien, más de lo que me esperaba. Lo dejó todo en mis manos. Y es que las cosas dependen de uno mismo; que si uno no quiere, no puede. 

Así que ya sabéis, haceos con una amiga como ella. Cambiad vuestra pirámide de prioridades y poned en lo más alto vuestra actitud. Ya sé que a menudo cuesta, que no siempre es fácil y que de vez en cuando apetece estar triste. Pero en realidad todos sabemos que es tan sencillo como eso.


Et tu sais, tu m'affolles. Gràcies. 

X.


martes, 7 de enero de 2014

Lo que coleccioné en 2013

En 2013 me apunté al gimnasio y empecé a hacer deporte por primera vez en demasiado tiempo. De paso, me volví adicta a la ropa de deporte y a encontrarme con Maria dos veces a la semana. Me introducí en el mundo de la dopamina y en lo importante que es para nuestro cerebro que le ayudemos a segregarla a menudo. Corrí mi primera carrera.



En 2013 me hice con unas gafas redondas y con unas gafas de sol con cristales polarizados. Además, también conseguí una americana de terciopelo azul marino y seguí llevando las UGG que compré en San Francisco hace ya cuatro años. Siguen siendo uno de mis tesoros. Alguien me regaló mi primer solitario.



Aprendí a ir al cine y disfrutarlo, sin comer palomitas y con las amigas. Entendí que es una de las mejores maneras que tenemos para estar con los nuestros sin agobiarnos mutuamente, dándonos espacio sin tenerlo físicamente. 

Vi la nieve muchas veces (al menos 5), bailé mucho y salí de fiesta todo lo que pude. Me hice un esguince andando con tacones. Hice dos viajes con los de la uni, que son la bomba. Cumplí 21 años.  Preparé un brunch delicioso en mi casa, y pienso repetirlo una vez cada año. Fui a Marruecos.



En 2013 tuve mi primer trabajo en el mundo jurídico. La lié en el primer contrato que traducía y también en las actas que me mandaron hacer. Pasé muchos nervios pero obtuve grandes satisfacciones. Me lo pasé genial y aprendí lo inimaginable. Además, conocí a dos de las mejores personas con las que me he cruzado hasta ahora, que se han convertido en verdaderos amigos e hicieron que mi verano fuera súper intenso.



Me puse muy morena aunque la mayoría del verano lo pasé en Barcelona. No me compré bikinis. Me hice, definitivamente, adicta al té y a las infusiones. Bebí mucho agua. Hice ganchillo pero abandoné la media. Lo de los bikinis era broma, no hay verano sin bikinis nuevos. 



En 2013, crecí a marchas forzadas. Sufrí dos pérdidas importantísimas. Aprendí de un gran amigo que no debemos parar de luchar nunca y que la felicidad depende de nuestra actitud, que la vida vale la pena. Entendí que lo que él me enseñó me inspirará siempre. Mi rutina cambió y empecé a hacer las cosas yo sola y para mí misma. 



Conseguí pintarme las uñas casi a la perfección. Cociné muchísimo. Preparé madalenas y galletas para mis amigos. Les encantaron. Me enganché a Youtube, Instagram y el mundo del maquillaje. Me obsesioné (y sigo) con los Estados Unidos. Recuperé la expresión OMG, que predominó durante mi adolescencia. 


 


Descubrí que los amigos que se hacen en las colas de Bruce Springsteen son amigos para siempre. Viajé a Bruselas para un concierto, esperé tres días enteros para ver al Boss. Pasé sueño, hambre y frío. Fueron unos de los mejores días del año. 



Empecé el último año de mi carrera universitaria. En 2013 lloré más que nunca. Me puse al día de Anatomía de Grey. Me tragué las 3 temporadas de New Girl. Lo pasé fatal viendo Homeland. Me enamoré de los vestidos, los perros y las casas de Downton Abbey y pensé en hacerme ama de llaves de una gran familia inglesa. 



Recuperé a dos grandes amigos que se habían quedado por el camino y, en ambos casos, fue gracias a ellos, que dieron el primer paso. Ahora volvemos a compartir experiencias. Me llevé desilusiones y aprendí que los problemas son de cada uno y de nadie más. Confirmé que la educación que recibimos es trascendental. 




Seguí soñando en el día de mi boda, en los hijos que quiero tener, en la casa de mis sueños. Soñé en seguir viajando tanto como pueda, en mi futuro profesional. No conseguí convencerme de que lo que importa es el presente y que el futuro duele y provoca ansiedad. Ya sabéis uno de mis propósitos para este 2014. 





Hasta pronto, 

X. 


viernes, 3 de enero de 2014

Mi mejor día de ayer de este año

Un día como otro cualquiera resultó no ser como otro cualquiera. Quizás empezó mal, nos levantamos con el pie izquierdo. Ésto de madrugar, definitivamente no es lo nuestro. Queríamos viajar de Bilbao a Donosti a las 8:30 de la mañana. La baja tensión matinal nos traicionó. Sin dudarlo, me volví a poner el pijama. El plan parecía haber fracasado, hasta que una vocecita me despertó, estaba lista para ir a Donosti. Pues yo también. Nos dirigimos a la estación de buses y cogimos el primero que pudimos.

El viaje fue corto, una hora y poco. Pero entre la música y las charlas se nos pasó como 5 minutos. Al llegar andamos un buen rato, hasta la playa de la Concha. Fuimos hasta el acuario y después hasta el peine de los vientos. Es decir, de punta a punta del paseo. Por el camino discutimos de política, hablamos de las amistades, de los planes de  futuro, que idiomas queremos aprender, grupos de música y de muchos temas más. Además, pudimos practicar francés. Se oye casi más que el Euskera y el Castellano. Las piernas nos empezaban a pedir descanso...así que nos dirigimos a la zona del casco viejo y al ver la primera barra de pintxos no la pudimos pasar por alto. Un par de pintxos cada una y un mosto. No, nada de vinito, somos gente sana. Que bien entraron, pero no se quedó así, hicimos una o dos paradas más. Parecía que las barras nos llamaran. Entramos al bar del chico de la coletilla, ahí otro pintxo, y así hasta tener la suficiente energía para seguir andando o como decimos los catalanes, caminando.

Visitamos todo tipo de tiendas, buscando aquel collar que vimos una vez o el lauburu que hace tanto tiempo que busco. Acabamos comprándonos pendientes. A las dos nos chiflan. Hay que reconocer que un poco el burro también hicimos. Me hice pasar por euskalduna, chapurreando cuatro frases que sé decir en euskera al pasar por un grupo de gente, pero la risa podía con nosotras. Que si el semaforo está rojo, o que si porfavor me espera, que quiero un vaso de cerveza...y pocas cosas más. Mi prima no se contenía la risa, no sé si por mi acento, la mala pronunciación o el papelón que estaba montando.
Y cuando nuestros pies no podían más y empezó a llover... sisi, no nos llovió hasta entonces...Nos metimos en un bar a tomar un colacao. Estuvimos de marujeo, ya se sabe, dos chicas cansadas sentadas en un sofá que ya se han explicado la vida y media... es lo que tiene.

Para culminar la caminata, muy amablemente nos mostraron el camino de vuelta a la parada de buses. No sé como, pero volvimos a dar la vuelta a Donosti. Si es cierto que las mujeres y la orientación, no son buenas compañeras, pero vaya, parecía más fácil. Además preguntamos a varias personas, y es alucinante como se implicaban en la explicación, tanto verbalmente como gesticulando. Una pasada de gente.

La única mala pata fué encontrarnos al borde del autobusero de vuelta, pero es una parte de la historia que voy a obviar. El Bus de vuelta fue como el de ida, tranquilo y corto.

Fué un día para recordar. Además de la compañía, no se que tendrá está ciudad que no tengan otras...



Fotografía 2 Enero 2014 Donosti


L.