domingo, 17 de abril de 2016

Sobre las cosas sin las que ya no puedo (ni quiero) vivir

Lo bueno de empezar a acumular experiencia es que construyes y desarrollas criterio, elementos de comparación y por lo tanto capacidad de elección.

Esa es la razón por la que desde hace unas semanas he ido pensando y detallando las cosas sin las que puedo, ni quiero, vivir. Y no, no puedo vivir sin ninguna de ellas seguramente porque no quiero (ya sabeis lo mucho que creo en la fuerza de nuestras mentes). Y me da lo mismo no poder, porque al fin y al cabo he sido yo, myself, moi-même quien ha hecho el ejercicio de darles el visado definitivo entre mis rutinas. Así que, gozad de las cosas que tienen dicho privilegio:

1. Trabajar

Al margen de que adore o no mi trabajo (lo adoro, yes, indeed), tengo claro que de algún modo, con mayor o con menor intensidad, según las circunstancias, quiero que el trabajo forme parte de mi vida.

El trabajo no solo dignifica, sino que aporta autoestima, adrenalina (a veces hasta bilurrubina) e independencia. Tener un proyecto propio y horas en las que obligamos a nuestro cerebro a focalizarse en algo concreto, es un privilegio que quiero conservar.

Y si además os pasa como a mí y tenéis la suerte de trabajar en un sitio donde los jueves se intenta ir a hacer unos gintonics sin éxito y donde los appointments en Outlook para comprar billetes de avión para ir un fin de semana al sur se posponen infinitamente, simplemente, por falta de tiempo; tendréis dos privilegios extras:

a) desarrollaréis una capacidad de reiros de vosotros mismos alucinante; y sobretodo
b) os asegurareis la comprensión y los puntos de conexión que solo se pueden tener con quien ha decidido dedicar prácticamente todo su tiempo a lo mismo que tú.


2. El aceite Midnight Recovery Concentrate de Kiehl's

Podría mentiros y deciros que hace taaaaanto tiempo que lo uso que casi ni me acuerdo de cuándo empecé a ponérmelo pero mentir no me gusta. Visualizo perfectísimamente el día que me lo compré, la ilusión que me hizo y lo mucho que aluciné con sus resultados.

Me enamoró su packaging: un botecito de cristal, azul marino (una de mis debilidades) y con un dosificador en forma de pipeta. Todo antiquísimo, de calidad y gustoso.

Te cuentan que se trata de una mezcla de aceites esenciales (todo natural, claro) de la que tienes que aplicarte tres gotitas, con cuidado y en todo el rostro cada noche antes de ir a dormir. Huele espectacular y relajante.

Os prometo que al día siguiente la piel amanece mucho más hidratada, presenta un color más uniforme, brilla y en definitiva tiene un aspecto súper renovado, natural.


3. El pescado

En búsqueda y captura de los alimentos que me sientan bien y digiero con facilidad, doy el primer puesto al pescado. No sé ni de qué me sorprendo, si el mar siempre me ha salvado y si he tenido el privilegio de cenar pescadito fresquísimo cada verano.

Es ligero, sabroso y puede cocinarse de tantísimas maneras que uno no tiene excusa: al horno con patatas, cebolla y tomate (mi preferida), al vapor, a la plancha, rebozado,...


4. Mi moto

En Barcelona es un indispensable. Una vez la tienes ya no hay vuelta atrás y se convierte en una extensión de tu cuerpo sin ni preguntártelo. No pide permiso: te facilita tanto las cosas, te ahorra tanto tiempo y tanto dinero que no tienes más remedio que arrodillarte ante ella y regalarle tu seguridad. 

Pues bien, la mía además de por todo eso, me encanta porque es negra (con destellos azules súper sutiles, of course), no pesa, es agil y bastante cañera a la vez que femenina. Lo único que me falla es no poder condirla de lado, a lo años cincuenta, sobretodo cuando llevo vestido o falda; situaciones en que mi delicadeza y compostura quedan en entredicho. Fíjate tú...


5. Las notas de voz de whatsapp

Digamos que escribir por Whatsapp, escribo poco. Ya sabemos la pérdida de matices que conlleva matener una conversación mediante mensajitos entrecortados y mal escritos, y el tiempo que se pierde explicando según qué cosas en las que los detalles son trascendentales.

Porque si necesitas consejo de tu fiel amiga o si quieres dar tu opinión sobre según qué temas necesitas poder hablar: escribir no basta. No deberíamos empeñarnos en cambiar la función de las cosas.

Enviar una nota de voz te permite explicar lo que sea en cualquier momento, dejarlo enviado y listo para escuchar cuando la persona que lo reciba tenga tiempo. Te permite enrollarte como una persiona y mantener conversaciones contigo mismo que, creédme, son necesarias y más terapéuticas de lo que podemos llegar a pensar. Además, el que la recibe puede escucharla no sólo cuándo quiera, sino todas las veces que lo necesite y pausando la reproducción cuando se sature de tu voz o cuando tenga mejores cosas que hacer, pudiéndola retomar cuando se encuentre en condiciones de resolver eso que parece una cuestión de Estado. Y es que bueno, para MI estado seguramente sí es trascendental.

Creo que con mis amigas tenemos records. No os diré lo que duran mis notas de voz porque igual me encierran mañana.

6. Las barbacoas en jardines cuando empieza el buen tiempo

Siempre he pensado que son uno de los mejores planes en los que invertir tu fin de semana. 

En primer lugar, no te obligan a levantarte pronto y a la vez te fuerzan a estar lista a mediodía de modo que acabas levantándote a media mañana (sin malgastarla entera durmiendo). Además, siempre se alargan hasta última hora de la tarde de modo que te hacen el día. Así de simple.

En segundo lugar, son divertídisimas: empiezas con el aperitivo (seguramente la mejor parte), sigues con la carne (que aunque parezca mentira pasa a un segundo o tercer plano) y acabas con pasteles caseros y copas. Plan redondo, completo. 

En tercer lugar, consiguen que te pases es el día al aire libre, absorviendo vitamina D, mejorando tu tono de piel y luciendo un conjunto monísimo. Porque no nos engañaremos: son la ocasión perfecta para lucir los tejanos que mejor te quedan con una buena camisa y unas gafas de sol extremadas. 

En cuarto lugar, lo bueno de celebrarlas en jardines es que pueden ser más o menos multitudinarias, y además ello permite mezclar grupos de gente porque el lugar (bueno, y las cervezas y el vino) propicia que el ambiente sea súper distendido de modo que nadie se acaba sintiendo extraño y acaban surgiendo las conversaciones súper interesantes.

Queremos barbacoas en jardines cada fin de semana, sí. 


También me niego a vivir sin el chocolate negro con 80% de cacao, mis amigas, el sol de invierno, las miradas casi furtivas con esos desconocidos que pasan a formar parte de tu vida porque te los encuentras cada mañana aparcando la moto, la piña y las fresas, las croquetas de mi abuela, las frases hechas, las competiciones de moreno entre amigas, las blusas blancas...

Por no hablar de cantantes como él, que ni cansan ni saturan y suenan bien en casi cualquier ocasión: 


Hasta pronto, 

X.