domingo, 18 de diciembre de 2016

Sobre las cosas para las que no tengo agallas

Hay quien vive sin complejos ni tapujos; hay quien se sabe feliz y completo, quien se conoce a la perfección y se gusta así, tal cual es en cada momento. A la vez, hay quien vive pensando en que no  sabe lo que opina sobre el aborto o sobre que Donald Trump haya ganados las elecciones y se martiriza por ello (rezando para que nadie le pregunte), hay quien se siente un poco perdido, a veces dudando de con quién pasar el poco tiempo libre que tiene. Hay quien se conoce solo los defectos y que siempre querría mejorar. 

Los primeros viven libres. Los segundos conviven con el miedo

Hasta hace unas meses os habría dicho que lo tenía todo bastante atadito, que me conocía casi al 90% y me atrevía a hablar sobre cualquier cosa. Pues ahora resulta que ciertas cosas me chocan, a veces me encuentro contradiciéndome y ya no sé ni si la ropa que cuelga en mi armario me define o no. Tengo algunas cosas clarísimas y otras me patinan tanto que entro en bucles maléficos que me impiden descansar por las noches. 

Y ya se sabe que con las dudas llegan planteamientos nuevos que aunque a mí personalmente me hacen sentir bien - porque sentirme en constante evolución me apasiona - a la vez me colapsan y a ratos hasta me empequeñecen. 

Durante estos meses, a parte de dudas, he recopilado un montón de cosas que me encantaría hacer pero para las que no tengo agallas:

1. Viajar sola

Admiro a todos los que cogen su mochila (solo se viaja con mochila, con maleta no vale porque todos sabemos que la vida con maleta es millones de veces más fácil y entonces todo pierde cierta gracia) y se van a dar vueltas por el mundo solos. 

Pagaría mucho dinero para comprar el valor suficiente para coger un avión hasta Edimburgo, alquilar un coche e irme una semana por Escocia a conducir durante horas, dormir en bed and breakfasts súper kitchs, pasar mañanas enteras mirando el mar desde alcantilados y todo ello sin tener a nadie con quien hablar para parar mi cerebro. 

Quiero atreverme a que la inmensidad del mundo se me coma para darme cuenta de que sentirme pequeña no es ningún drama.

2. Hacerme un tatuaje

En mi casa los tatuajes siempre se han visto como algo poco apropiado y casi inadecuado. "¿Y cómo se te verá cuando seas mayor y estés arrugada?", "sería para toda la vida, te definirá siempre"

Y yo pienso, ¿existe algo en este mundo que me defina ahora y hasta que me muera, si quiero evolucionar constantemente? Seguramente sí, y seguramente no pasaría nada si lo que decidiera  tatuarme dejara de definirme, porque siempre hablaría de una etapa de mi vida (y ello no es poco). 

Y cuando ya estoy casi convencida y ya me he informado sobre los mejores tatuadores de Barcelona empiezo a decirme a mí misma que no sé si quiero ser una novia tatuada, o una madre tatuada. Y así paso meses,  sin atreverme a tatuarme algo minúsculo en un punto de mi cuerpo que ni yo me veo. 

Y si me acabara atreviendo, me iría a Seul para que playground tattoo me hiciera uno de sus delicadísimos diseños.

3. Pedirle a alguien que me haga fotos

Soy una obsesa de las fotos y reconozco (por primera vez, aquí y ahora) que me gustaría mucho que alguien me hiciera una buena sesión de fotos. Quiero fotos que plasmen lo que soy ahora y lo que me gusta. Quiero fotos con mi perro y con mi ropa favorita, en mi habitación, en Barcelona y en la playa que más me gusta. Quiero fotos bonitas con mis hermanos, quiero fotos con la persona que me acompaña en todo. 

La vergüenza me mata. Qué tonteria, si de lo mejor que tenemos en esta vida son los recuerdos. 

Y por pedir, pediría que me fotografiara el equipo de So it goes, que hacen los mejores reportajes. 

4. Comunicar las cosas que no me hacen sentir bien

Desde pequeña he tenido la obsesión de centrarme en decir las cosas buenas a la gente. En mi casa siempre lo han potenciado, y también en mi colegio. Creo que es súper importante celebrarlo absolutamente todo. Suelo decirle a la gente que les quiero, suelo dar las gracias por cualquier cosa y me encanta demostrarles a mis favoritos que lo son. 

Esa obsesión ha hecho que sienta que decir que algo no me ha gustado o que algo me ha hecho sentir mal no es lo correcto. Que cada uno tiene que gestionar her or his own shit. Que no podemos ir por el mundo haciéndonos los ofendidos. Pero pensándolo bien creo que las cosas deben decirse, deben poder hablarse. Que decir que algo podría haberse hecho mejor no es ningún drama, evita que tengas un nudo en el estómago y sobretodo evita que en el futuro vuelva a darse una situación similar. 

Querría que la gente entendiera que no es no, y que sí es sí.

Consejos sobre cómo empezar a hacerlo serán agradecidos.

Dáselo a quien te ha creado la mala sensación, porque es a quien le pertenece.

5. Ser sexy* (a.k.a atractiva - para los que se escandalizan fácilmente)

Hay chicas, mujeres, señoras que son sexys. Y les tengo envida. Tengo amigas que son sexys y me gustaría preguntarles cómo lo hacen para conseguirlo. En el fondo de los fondos de mis adentros sé que, como creo que todas las mujeres, tengo un lado sexy y femenino. Se trata por lo tanto de conseguir dejarlo relucir y aprender a convivir con él. Estoy convencida de que es divertidísimo.

Quiero salir de casa disfrutando de llevar un conjunto de ropa interior que me hace sentir bien y femenina, como un secreto que solo yo conozco: como una fuerza interior. Quiero poder quitarme  los vaqueros con ese ligero y sutilísimo contorneo de caderas que te encanta, como si nada, y que me cojas de la mano desde la cama y me tires contra tí, jugando. Quiero atreverme a bailar yo sola delante del espejo. Quiero disfrutar de que alguien me mire en un semáforo y conseguir aguntarle la mirada pícara. Quiero sobretodo sobretodo sobretodo, relajarme y tener el control; poder decidir cuándo soy sexy y para quién lo soy.

*Por sexy entended, please, una chica intrigante e interesante, divertida y fresca, con un punto frívolo, atractiva y que confía en sí misma. Con estilo propio y personalidad. Una chica que no viste nunca provocativa, que es selectiva y que se reserva lo mejor para los mejores.
Ejemplos de chicas así son, para mí: Jeanne Damas, Camille Rowe, Karlie Kloss e Inés de la Fressange. Mi amiga C y mi amiga J.

¿Cómo no va a dar fuerza algo tan bonito como este conjunto?

6. Miscelánea 

Me encantaría atreverme a irme de casa dejando la habitación sin recojer o sin tener 100% de batería en el móvil, me encantaría dejar de tener miedo a molestar a la gente con mis opiniones o preferencias. Quiero ser más asertiva. Quiero dejar de tenerle miedo a las arañas. Quiero dejar de ser vergonzosa. Quiero sentir que puedo hablar de cosas superficiales y tontas (y que no por ello me convierto en superficial ni tonta). Quiero, quiero, quiero encontrarme a mí misma y atreverme a ser yo, del todo, así natural y sin pesos en la espalda. 


From the day that I met you I stopped feeling afraid and in your arms I feel safe así que espero, poco a poco, empezar a hacer tooodas estas cosas que ahora mismo me aterran porque confío en que me tirarás a los leones (como siempre) y me ayudarás a relativizar y a quitarle importancia a las cosas que no la tienen.



¿Y a vosotros, qué os gustaría hacer y no sabéis como?

Hasta pronto, 

X

domingo, 27 de noviembre de 2016

Carta a los reyes magos 2017

Me prometí a mí misma no avanzarme y empezar a pensar en la Navidad con el Adviento, el día 1 de diciembre. Pero como en tantas otras cosas, no me he sido fiel y en un tremendo acto de rebeldía ya he escrito mi carta a los Reyes Magos, ahí va: 

Queridos Reyes Magos, 

El año 2017 ha sido de (muchos) cambios. Si me hubieran dicho la mitad de las cosas que me han ocurrido, no me lo habría creído. Soy consciente de que me quedan muchas cosas para mejorar y prometo seguir trabajando en todas y cada una de ellas. Sin embargo, estaremos de acuerdo en que he conseguido objetivos que hace unos meses ni imaginaba poder alcanzar. Me gusta mucho escribiros porque me ayuda a recapitular y hacer balanza; a ponerme objetivos.   

Aprovecho para agradeceros el maquillaje y la ropa que me trajisteis el año pasado: lo he usado todo muy a menudo y he intentado disfrutarlo siempre. Muchas gracias por esa taza tan bonita que escogisteis; se nota que me conocéis y sabéis qué me hace sentir bien. De todos modos, por lo que realmente os estoy agradecida es por la capacidad de adaptación que me dejasteis: me ha ido como anillo al dedo. 

Para este año 2017, he pensado que me gustaría que me ayudarais a decidirme sobre la ONG a la que quiero empezar a donar (hay tantas que cuesta decidirse), que me trajerais algunos libros de cocina para, cuando termine de (intentar) hacer la dieta que estoy siguiendo, pueda empezar a innovar y a perfeccionar algunos de los platos que ya conozco. También me gustaría que me dejarais muchas horas de sueño, y fines de semana de dos días enteros, fuerza de voluntad para volver a ir al gimnasio al menos dos veces por semana y mucha capacidad de concentración.

Obstinación para hacer yoga, que sé de sobras que me va genial.

Me iría muy bien una cámara de fotos analógica parecida a la que tiene mi hermano U, que más que nada me servirá para pasar quality time con él. Hablando de quality time, me encantaría seguir con la tradición de hacer una escapada los tres hermanos juntos porque nos da la vida. Idealmente, también me gustaría poder encontrar más momentos para estar con Haddock.

Me visualizo más o menos así. Captando a mis hermanos coger las mejores olas.

Quiero, de verdad de verdad de verdad, que me sigan robando la almohada por las noches y las cremas hidratantes por la mañana. Que me sigan descubriendo sitios de comida deliciosa que me hagan querer gastar todos mis cheat meals y también que me enseñen las terrazas más cool y mejor climatizadas de Barcelona. Quiero que me acompañen al cine los miércoles por la noche (aunque siendo realistas, con los domingos me conformo). Quiero viaje este verano para discutir y reírnos mucho (se nos da fenomenal).

Oh yes you are...

Me encantaría que nevara muchísimo, como nunca, y que en verano haga un calor para morirse. Me irían de perla siestas invernales, con la manta y el jersey de cashmere puestos, y de verano, tumbada en el césped de casa y levantándome con un dolor de cabeza infernal. Tampoco estaría mal un poco de tiempo para leer.

Va, un poquiiiito de nieve...

Me haría muchísima ilusión irme con C a Londres y por fin volver a mi ciudad favorita. También estaría bien encontrar el momento para pasar un fin de semana con N, que la tengo abandonadísima desde hace meses. De hecho, lo que me gustaría es que me ayudarais a organizarme mejor y a encontrar momentos para todo. A priorizar y no agobiarme, a dedicar cada día un ratito a contestar los mensajes que se me acumulan durante el día. Por eso creo que una Happines Planner de color azul marino sería ideal. 

Reservaré ratos para mis cinco imprescindibles, que sé que tengo que cuidarlas más.

Salvaría mis días en la oficina que Ben Harper, Ben Howards, Kings of Convenience, Coldplay, Bruce, Bear's Den, y Bruce sacaran nuevos CDs. Pero CDs de esos que no puedes parar de escuchar. En su defecto, me encantaría descubrir a nuevos cantantes que me emocionen tanto como ellos. Por favor que Fix You, Thunder Road y Bobby Jean sigan sirviéndome de refugio para tener la seguridad de que, en momentos de máximo estrés, tristeza o felicidad, pueda seguir recurriendo a ellas. 

Entradas para ir a algún concierto tampoco sería una mala idea...

Sería genial seguir siendo muy consciente de el valor que tienen las cosas y seguir empeñada en generar menos residuos y en consumir más razonablemente. Por ello, analizando mi armario, creo que estaría bien añadir un cinturón para ir a trabajar, finito, de color negro y con la piel con alguna textura. También usaría mucho un jersey de cuello alto negro (cómo no), delgadito y ajustado. Sería fenomenal que las Gazelle siguieran estando in para siempre, porque no me imagino mis fines de semana sin ellas en los pies.

Juro solemnemente no comprarme esta versión

Sé perfectamente que os estoy pidiendo la luna pero en realidad todos sabemos que la mayoría de cosas dependen de mí misma de modo que, en el fondo, lo único que os pido este año es fuerza de voluntad, paciencia y perseverancia y muuuuuuchas ganas de querer. Yo me comprometo (aquí queda por escrito) a usarlas con criterio y a esforzarme al máximo para seguir convirtiéndome en la mejor trabajadora, amiga, hija, hermana y pareja que pueda ser.

Do we have a deal? Tell me that we do. 

Como siempre, encontraréis polvorones, turrones y una botella de cava en casa. También dejaremos los polvos de talco para Baltasar y agua y zanahorias en la terraza, para vuestros camellos.

Un abrazo,

X.

PD: la noche de Reyes la pasaré en casa, en Sant Cugat. Ya sabéis como soy con las tradiciones y por nada del mundo me perdería el mejor despertar del año con mis hermanos.

PD2: Estoy tan obsesionada con esta versión de Jolene que no puedo evitar colgarla aunque no tenga ninguna relación con nada de lo anterior.


domingo, 16 de octubre de 2016

Sobre las cosas sin las que no puedo vivir (II)

Seguir descubriendo cosas que se convierten en indispensables es, quiero creer, una suerte. Enamorarse es una pasada. Y tenemos la suerte de enamorarnos de personas y de cosas, de sensaciones y de actividades, de olores, de sabores. Y sonará a cliché, y a tópico y a noslosabemosdememoria pero es que las pequeñas cosas (y no tan pequeñas) que me hacen feliz me encantan. Supongo que es porque siento que no paso por esta vida como si de una bola del desierto se tratara, sino que incorporo novedades, acumulo intereses. En definitiva: me doy cuenta de lo que hago y lo que vivo. 

En realidad creo que todo ello es reflejo del hecho de ser perfeccionista, que para mí, lejos de tener el significado típico de alguien que "lo hace todo muy bien" (acabo de simplificarlo mucho pero nos entendemos), creo que es un peso que llevamos los que nunca tenemos la sensación de haber terminado con algo porque creemos que absolutamente todo es mejorable, es la sensación de anticiparte a todo lo bueno y sobretodo a todo lo malo que pueda venir para prevenirlo y así conseguir que todo salga bien. Entonces, con el afán de mejorar y de no perderme nada por el camino, voy descubriendo novedades.  

En todo caso, últimamente he estado disfrutando de (más) cosas sin las que, como ya os dije la otra vez, ni puedo ni quiero vivir sin:

1. Los post-its

Quien me conoce (esencialmente quien trabaja conmigo) puede dar fe de que soy totalmente adicta a estos sticky notes que me parecen una creación divina. En mi puesto de trabajo creo que ya no me cabe ninguno más.

Me ayudan muchísimo a organizarme y los uso a modo de recordatorio, colgándolos en la pantalla del ordenador (cuando algo realmente no se me puede pasar) o bien en la pared de mi escritorio. También los uso para escribir la lista de la compra y los pego en el billetero, evitando así tener que llevarme bolso al supermercado (genious, i know). Lo bueno es que son movibles y por lo tanto los puedes cambiar de sitio o simplemente retirar cuando ya no sirven sin dejar rastro detrás. Además existen en mil colores y tamaños, hecho del que me aventajo para clasificar entre tipos de TO DOs, niveles de urgencia, o temática de las cosas. 

Definitivamente no podría vivir sin las bromas en mis yogures sin lactosa en la nevera del despacho ni sin los mensajes de ánimo cursis y pastelosos.

Heaven, more or less.

2. Mis compañeras de piso

De M me enamora su increíble (de verdad que me sorprende a diario) capacidad para positivizarlo absolutamente todo pero sin restarle importancia a las cosas, su fuerza de voluntad para hacer millones de actividades y sobretodo la manera en que contagia todo eso. También me encanta porque es cariñosa sin darte abrazos: solo con las miradas, con sus frases híper sarcásticas con las que demuestra ser ultra observadora y conocerme muy bien, y con sus detalles inesperados. Es de ese tipo de personas que parece que nunca acabe de estar allí, siempre en su mundo, pero que cuando tiene que estar, porque la necesitas, lo detecta en el momento justo y entonces se convierte en la persona más acertada y dulce del mundo.

De E me encanta la manera en la que piensa las cosas: siempre muy estructurada, pausada y lógica. Es reflexiva y solitaria, nunca jamás me molestaría; en la vida me juzgaría. Con ella aprendo a ser paciente y a ser más discreta. No podría vivir sin nuestras tardes de viernes merendando en tres horas, sentadas en la mesa del comedor hablando sin parar de ropa, zapatos, abrigos, telas, comida, amores, familia y amistad. 

Me parece impensable que formemos un trío tan perfecto cuando hace ni siquiera unos meses no se nos pasaba por la cabeza dormir cada día bajo el mismo techo (ni detrás de la misma puerta siempre cerrada con tres vueltas de llave).

Este me parece genial. Nos hace falta uno. Les propondré poner uno así; ya os contaré qué les parece. 

3. Mi nuevo poncho

Aún no lo he estrenado pero ya sé se convertirá en la típica pieza a la que recurres cuando te encuentras llevando los mismos tejanos negros con la misma camiseta blanca o a rayas marineras y tu trusty jersey gris (o en su defecto tu también indispensable cazadora de piel) porque sabes que va a cambiar todo tu look en un segundo. El mío es guatemalteco, lo compré por la calle y sin andar buscándolo. Simplemente lo vi y no me pude resistir. Es reversible y combina el azul klein con el negro. No hay duda que era para mí. Pienso ponérmelo como última capa, suelto o atado a la cintura con algún tipo de cuerda, también pienso usarlo de macro foulard. Y sobretodo siempre lo usaré junto con mi sombrero de piel colombiana cosido a mano. Yes. 

Me encanta que llegue el frío. 

También será perfecto bajo la lluvia.


4. Las mañanas de domingo en la cama

Un día os conté que después de mucho esfuerzo y autoconvencimiento había conseguido disfrutar de volver a meterme en la cama después de desayunar. De ello que ahora no pueda evitar re-enamorarme cada domingo de la sensación de pasar ratos y ratos y más ratos en mi cama, con la ventana abierta y debajo del edredón (espero que a estas alturas ya tengáis todos puesto el edredón, que ya toca), construyendo relaciones, leyendo libros, escuchando la mejor música, pensando en los menús de la semana y sobretodo pensando en todo lo que tienes por hacer simplemente sin hacerlo (complicado, pero se consigue). 

Quiero pasar un fin de semana en la montaaaaaaaaaaaña. Hablo en serio. 

5. Las trenzas

Últimamente me he animado a dejarme el pelo largo. Uno de otros tantos cambios, ¿verdad? El pelo larguísimo nunca me ha gustado y además creo que no me favorece nada pero es verdad que últimamente lo llevaba relativamente corto, y me encantaba. Sin embargo, entre una y otra cosa antes de verano decidí dejarlo crecer un poco más de lo normal prometiéndole a mi peluquera que me haría muchas trenzas. Y así lo hice. Y ahora no puedo imaginarme sin. Me encanta hacérmelas con el casco de la moto ya puesto porque quedan bajas y porque en el trayecto el pelo se enreda en la medida justa para que la trenza sea indestructible durante todo el día: perfectamente deshecha. Me encanta que me las haga M, con mil capas y dejando lucir mis baby highlights

Y este otoño e invierno la pienso llevar así. Porque ya os conté que no hay nada que me guste más que un lazo en el pelo bien puesto. 

Tampoco podría vivir sin el queso parmesano (el único que puedo comer), ni sin el pescado cocido al horno con sal y un poquito de aceite, ni sin la sensación de poner una lavadora y tender la ropa blanquísima (totalmente heredado de mi madre), ni sin spotify premium, ni sin la cámara de fotos de mi móvil, ni mi pijama a rayas rosas y blancas, ni sin los jerséis de chico de color verde botella, ni sin las verdades ni la calma de esta canción:



Hasta pronto, 

X.  

miércoles, 5 de octubre de 2016

Sobre las cosas que me han hecho hacer click

Algunos dicen que hay nueve tipos de personalidades y que cada uno de nosotros se encuadra, más o menos, con uno de ellos. Los mismos que dicen eso creen que nuestra verdadera personalidad se esconde detrás del EGO, que no es más que una coraza de protección que nos pervierte en el sentido de que esconde lo que verdaderamente somos. Todo esto es lo mismo que decir, siendo súper deterministas, que somos de una manera concreta y que no hay mucho que podamos hacer al respecto. Que si has nacido tozudo, ambicioso y cariñoso (me acabo de inventar esta combinación) serás siempre así. Que lo único que podemos hacer es trabajar para vivir lo menos posible en nuestro ego (que nos hace ser de otra manera) y volver cuanto antes a nuestro yo real, a lo que somos sin querer.

Yo, al margen de que creo ciegamente en que hay tipos de personalidades y que éstas se esconden detrás de nuestros egos, prefiero pensar que sí podemos modelarnos y que, aunque tengamos ciertos rasgos característicos, podemos mejorar, perfilar lo que no nos acaba de funcionar y en definitiva conseguir, poniendo un poco de esfuerzo de nuestra parte para incorporar rasgos que no nos son tan naturales. 

Hasta donde yo sé, me han pasado ciertas cosas que me han ayudado mucho en este sentido. Puntos de inflexión que han hecho un "click" en mi cabeza que me ha forzado a cambiar las reacciones y los sentimientos que tendría de una manera natural y que, sea como sea o sea por lo que sea, han cambiado mi perspectiva:

1. La manera en que M vivió su enfermedad

Parece increíble que haga tres años que M nos inspire, a diario, con la fuerza y la madurez con la que afrontó una decisión en la que no participó. Nos enseñó a todos (al menos a mí) que las cosas simplemente ocurren, llegan sin que nosotros las esperemos ni las busquemos y más vale dejarlas entrar y hacer su efecto entre nosotros.

Porque luchar en contra de la naturaleza a veces no tiene mucho sentido y entonces la única opción que tenemos es darle la mano y aprender todo lo que podamos de lo que nos ofrece.

Que te fueras es, sin duda, horrible. Pero me ayudaste a ver que luchar no es siempre la solución y que la rabia y la negación tampoco suelen serlo. Me enseñaste que la justicia, en algunas circunstancias, simplemente no es, no entra en juego, no existe. Que no todo es bueno o malo, no todo es justo o injusto, no todo es sí o no: hay cosas que son, pasan, ocurren. Y no pasa nada.  



2. Entender que todo es perecedero

Este verano, tomando el sol y escuchando el mar de fondo, alguien me explicó de la forma más reveladora posible, que las cosas son, por definición, finitas: que no hay nada que exista para siempre. De hecho, esta idea ya empezó a cuajar en mis esquemas cuando leí También esto pasará de Milena Busquets, que es maravillosamente fresco y profundo a la vez.

Que las cosas se terminen implica que ni lo bueno va a durar eternamente ni lo malo va a quedarse siempre con nosotros. Incorporar esta idea ayuda, en primer lugar, a valorar muchísimo cualquier situación que se nos presenta porque sabemos que tarde o temprano terminará. A la vez, nos ayuda a relativizar y sobretodo a llevar mejor las situaciones menos agradables porque estamos seguros de que también tarde o temprano, todo pasará.

Es curioso como estos trucos mentales nos salvan la vida.

Me encanta que me regalen flores, precisamente porque el hecho de saber que se acaban estropeando hace que las mire millones de veces para disfrutarlas al máximo.

3. Comer en StreeXO

En el Corte Inglés de la Calle Serrano hace ya unas temporadas instalaron un espacio gastronómico en el que David Muñoz abrió un restaurante increíble en el que comes y bebes por un precio medio de 30€. 

A mí, tradicionalmente, no me ha encantado comer. Como por necesidad y normalmente sin hambre. No disfruto especialmente con la comida. Sin embargo, cuando hace ya más de dos años mi amiga M me llevó a SreeXO entendí que la comida puede ser una experiencia. En StreeXO sirven platos de influencia asiática con una presentación súper cañera preparados con ingredientes que eres incapaz de distinguir pero que crean combinaciones absolutamente deliciosas.  Además el local es intenso, la comida se sirve muy rápido, la música está alta y entras en un estado de excitación muy adictivo. Cada vez que voy a Madrid intento ir y lo recomiendo (también muy intensamente) a todo el mundo. 

Desde entonces, me emociona pensar en qué restaurante voy a comer o a cenar y cuando viajo me hago listas de los mejores locales y restaurantes del sitio que planeo visitar. Incorporar adicciones como esta es un gustazo.

Mi próximo reto es conseguir preparar unos rollitos vietnamitas tan bonitos como estos.


3. Atreverme a ser (realmente) independiente

El día en que todo se había terminado, me juré y perjuré que aprendería a ser yo sola y a contar conmigo misma. Y ahora, con el tiempo, que me permite darme cuenta de que realmente esa no ha sido ni la tarea más fácil ni la más agradable, tengo clarísimo lo siguiente: no hay mejor sensación que saberse redonda y capaz, que poder estar sola un viernes por la tarde sin tener planes en todo el fin de semana. Pero sobretodo no hay mejor sensación que la tranquilidad de saber que he adquirido la capacidad de querer desde las ganas de dar, de aportar y de compartir en lugar de buscar lo que me falta en los demás. 

Suena a cliché pero os prometo que es el secreto del éxito. 

4. Aceptar que mis primeras impresiones no siempre son correctas 

Creo que en la vida hay dos tipos de personas: las que son súper positivas por naturaleza y que de buenas a primeras lo ven todo bien, incorporan las novedades con facilidad y es con el paso del tiempo que descubren, frustradas, que no es oro todo lo que parece relucir. Luego están las personas adversas al cambio, que sienten inseguridad al conocer a gente nueva y que, en general desconfían. Lo que les suele pasar, también con el tiempo, es que acaban viendo que con un poco de paciencia pueden descubrirse oportunidades en situaciones que parecían dramáticas y gente interesante detrás de apariencias más bien poco apetecibles.

Por lo que a mí respecta, estoy claramente en el segundo grupo. Ello hace que a menudo mi cerebro me traicione y entonces, por puro miedo, saco conclusiones totalmente equivocadas de las gente. En definitiva, ser una control freak  tiene cosas buenas, que todos sabemos, y cosas no tan buenas. De ahí que sentencie erróneamente y a menudo me encuentre con una apelación contra mí interpuesta por mi misma. De ahí que quien me daba pereza de repente se convierta en indispensable. 

De ahí que quien quedó eliminado por un paso poco acertado, con los meses y sin darme cuenta, entre en mi vida de la mejor manera posible: sin que yo me de cuenta y consiguiendo que baje todas mis fronteras, consiguiendo que me contradiga, consiguiendo que incumpla mis propias reglas. (Casi nadie puede decir que lo ha conseguido, so feel privileged). 

Llévame un fin de semana a acampar (I meant glamping) e igual (para variar) puestos a romper esquemas me descubres que soy más de montaña que de mar.

5. Declararme adicta a tener y acumular

La primavera pasada buscaba, por necesidad, pantalones para ir a trabajar. Después de recorrerme mis tiendas favoritas - vale la pena señalar que me da bastante rabia llevar lo mismo que la otra gente y por lo tanto, generalmente y sin querer, evito las mega tiendas de fast fashion - acabé en Zara sabiendo que allí seguro segurísimo encontraría algo. Efectivamente, compré un número considerable de piezas de ropa (muchas más de las que necesitaba) por muy poco dinero. El resultado fue un subidón equiparable al subidón de azúcar que te pega con un frapuccino de mocha blanco sumado a una clara intención de volver a visitar la tienda a la semana siguiente. Al cabo de unas horas me quedé atrapadísima pensando que no podía ser que con una sola vez de comprar allí estuviera tan enganchada. Lo peor es que aún y así, en cuestión de cuatro días volvía estar en la Illa merodeando entre burros y estanterías llenas de tejidos de dudosa calidad.

A raíz de todo ello, decidí dejar de comprar sin motivo. Para conseguirlo, he creado en mi móvil una lista más que razonable con las cosas que verdaderamente necesito para esta temporada y además me he prometido hacer una limpieza real de mi armario para empezar a usar lo que tengo con un poco de cabeza. 

Es increíble como de repente comprar es mucho mejor y la ilusión por cada cosa nueva es mil veces mayor. Además creo, de verdad, que vale la pena invertir en cosas que duren más tiempo para dejar de sobrecargar a la Tierra con demasiados residuos, pero ese es otro tema.

                                            
Tengo demasiadas ganas de ir a Londres para pasearme buscando esos zapatos planos que tengo en mente y que quiero buscar con paciencia. 

Luego existen cositas, como esta canción, con la que hago click absolutamente cada vez que la escucho y que, por lo tanto, es mi salvación en momentos de nebulosa total:


Y vosotros, ¿con qué habéis hecho click últimamente?

Hasta pronto, 

X. 




domingo, 24 de julio de 2016

Sobre cómo asimilar

Hay días, semanas, meses que pasan sin pena ni gloria; que simplemente se deslizan por nuestro tiempo y los dejamos perder. Como si nos sobraran, como si fueran infinitos. Os he comentado más de una vez que odio tener la sensación de que no hago algo que vale la pena con mis horas y precisamente por ello lucho contra la tendencia que todos tenemos (o eso quiero creer) de no asimilar cada cosa o cosita que nos pasa. De ello viene mi obsesión de celebrarlo absolutamente todo y de fijar como loca fechas señaladas en mi calendario y en mi agenda (suelo apuntarlo en más de un sitio para ayudarme a ser consciente del evento): no cada día puede ser espectacular pero sí es verdad que debemos esforzarnos en gozar de los ratos o las épocas que, sea por lo que sea, devienen especiales. 

Todo esto os lo cuento porque este mes de julio ha sido totalmente trascendental para mí. Y lo ha sido sin darme cuenta. Porque igual que la vida a veces nos ofrece días planos, repetitivos y rutinarios y somos nosotros los que tenemos que luchar para llenarnos los minutos, a veces parece que los astros se alineen y todo ocurre de pronto y a la vez. Y todo tiene sentido y es congruente. Entonces te das cuenta de que no estás acostumbrado a que todo vaya rodado, y cuesta hacerte tuyos los momentos naturales y fluidos. 


Este mes de julio he conseguido colegiarme en el Colegio de Abogados de Barcelona. Os parecerá un puro trámite burocrático y de hecho podría serlo pero resulta que para nada lo es: después de 4 años de carrera, un año de máster, un examen estatal y un montón de papeleo infernal he conseguido, por fin, ser abogada. Y ya no hay vuelta atrás, esto ya nadie me lo quita. Es lo que soy, y cómo me gusta.


Durante este mes de julio, casi sin darme cuenta, por impulso y con una felicidad genuina que echaba de menos he decidido independizarme (wait, what?): he buceado por las webs inmobiliarias durante horas y horas y he tenido un golpe de suerte que aún ni me creo que ha permitido que ahora mismo esté sentada en el salón de mi nueva casa, que es ideal y monísimo. Y de pronto me encuentro cada dos por tres pensando en los viajes a Ikea que tengo que hacer, y en los domingos que pienso invertir merodeando por Mercantic. Y de pronto sólo pienso en sábanas y toallas, en los menús de la semana. Y de pronto tengo millones de ganas de arreglar la terracita para poder organizar las mejores veladas de primavera y verano. Y de pronto me encanta levantarme cada mañana en mi nueva habitación, que aún tiene que cambiar mucho pero que ya es casi perfecta, y abrir mi balconcito. 


En julio he podido irme un fin de semana a Roma con mis tíos y he compartido con ellos los nervios y la emoción de ir a un concierto de Bruce; las ganas locas de saber con qué canción empezará, dónde de la pista conseguiremos situarnos y si tocará o no esa canción que nunca me ha tocado en directo (y la tocó, por supuesto). He tenido el auténtico lujo que significa estar totalmente consentida durante tres días, en una de las ciudades más bonitas por las que nunca he paseado, tomar los mejores gelattos a base de soja (realmente los italianos me estaban esperando) y devorar la pasta más simple y deliciosa ever. He llorado de pena y de felicidad en las 3h55min de conciertazo que Bruce nos regaló, en pleno Circo Massimo, bailando con todas mis ganas y dejando que cada una de sus canciones hiciera su efecto en mí. Y terminé saltando y levantando polvo con un Shout inacabable (como siempre) y divertidísimo con mi amiguísima L. 


También con mi amiguísima L me planté un viernes por la tarde en el Festival Cruïlla, arrastrando el cansancio de toda la semana y emocionadas, cerveza en mano, por vivir más de un concierto a la vez, sin colas y con menos aglomeraciones. Y sobretodo me he tirado horas y horas hablando con ella de lo que nos gusta y nos cuesta hacernos mayores. 


El penúltimo fin de semana de julio lo he pasado en la Costa Brava. Celebrando la dicha que tengo de haber pasado todos mis veranos entre el agua verde y las rocas, y con una de las personas que el año 2015 me regaló, charlando sin parar, yendo con la moto de cala en cala y dejando que el sol nos tostara la piel. En el moreno no he conseguido (ni conseguiré) ganar pero estoy tranquila porque ya he roto ese color blanco que tan poco me favorece. 


Increíblemente, a mitades de julio me dijiste que igual no valía la pena, que no habíamos conseguido dejar de hacer el tonto y que no era necesario que te contestara ese último mensaje. Y también increíblemente te hice caso y no respondí. A finales de mes no lo has podido resistir y me has escrito. Porque las noches de verano, aunque se pasen en la Costa Brava o se pasen en Philadelphia, son siempre nostálgicas y un poco solitarias. Y lo bonito es que no te hayas podido aguantar. Porque lo que tiene que ser, sencillamente es. Porque en realidad me da un poco lo mismo lo que me digas si luego haces lo que haces.


Y después de todo esto, toca afrontar que mañana es el último lunes del curso porque es mi última semana antes de vacaciones. Y eso no significa otra cosa que afrontar que soy verdaderamente adulta y trabajadora y que mi verano se ha reducido a fines de semana de julio maravillosos y a tres semanas de agosto que me sabrán a gloria. 


Y porque la vida nos sorprende aunque creamos que lo tenemos todo bajo control, creo que vale la pena dejar que días, semanas, y meses sobrecargados vengan así, llenos de cosas. Porque las noches de nervios positivos y de tener la cabeza sin poder parar de pensar en todo lo bueno que nos viene y en todo lo que hemos trabajado para que nos llegue son las mejores. Y porque la cara de felicidad de las personas que te quieren cuando les cuentas lo feliz que eres vale oro. Y porque de repente todo tiene un poco de sentido y eso tranquiliza, alegra y sobretodo da fuerzas para asimilar todo lo congruente que puede ser nuestro día a día. 

 

Hasta pronto, 

X.

lunes, 16 de mayo de 2016

Sobre las claves de nuestra tranquilidad (y Bruce Springsteen)

Supongo que funcionamos por metas y objetivos, y que nos es mil veces más fácil ir pasando los días y las semanas cuando tenemos una fecha en mente que nos da el empujón que necesitamos en momentos odiosos del día a día, como cuando tenemos que sacarnos de encima de una vez por todas ese to do que hace (demasiado) tiempo que aplazamos o cuando vemos en nuestra agenda que al día siguiente tenemos que ir a hacernos un análisis de sangre.

En el mundo ideal tendríamos una de esas meta cada día, ya lo sé, pero yo intento no hacerme trampas al solitario de modo que acepto e intento vivir con tranquilidad el hecho de que no cada día va a ser maravilloso y espectacular. No es verdad que todo nos puede emocionar ni llenar al mismo nivel como tampoco es verdad que no podamos encontrar pequeñas recompensas a diario, que sin duda hacen que todo tenga un poco más de sentido. Lo que ocurre es que hay personas, cosas y actividades que de forma mucho más genuina e inconsciente nos provocan placer y plenitud: felicidad. Y ello es bonito, creo. Por eso, sí, busco recompensas que me ayuden a hacer las cosas con más ganas. Al fin y al cabo, como siempre, se trata de saber disfrutar del camino. 

En una de esas, ya hace unos meses, compré - después de mucho sufrir - unas entradas para ir al concierto de Bruce Springsteen en Barcelona. Sería absurdo y muy poco inteligente por mi parte haber disfrutado del evento sólo durante las increíbles 3 horas y 40 minutos que Bruce nos regaló el sábado así que llevo desde entonces preparando y disfrutando el concierto. Me pasa lo mismo con los viajes, que intento alargarlos preparando la maleta días antes de coger el avión, y con las cenas con mis amigos, que intento disfrutar también días antes decidiendo a qué restaurante ir y dónde tomar la copa de después.


Encontrándome en un momento de mi vida en el que estoy creciendo a marchas forzadas y a menudo se me para el tiempo intentando despejar dudas que mi cabeza me repite casi en bucle, las letras y la música de Bruce me inspiran y me ayudan a vivir la edad que tengo, que es de lo que verdaderamente tengo ganas. 

Me cuesta horrores poner todo esto en palabras pero en realidad creo que se trata de algo tan simple como que Bruce explica muy muy bien los concepto: de Fe, de Tierra Prometida y de Amor. Seguramente las claves de nuestra tranquilidad. 

Se me hace complicado entender la vida sin Fe, y no sólo me refiero a la Fe religiosa, sino al sentimiento de esperanza y de fuerza que es indispensable para saltar según qué precipicios. Por ello creo que mi canción favoritísma no puede ser otra que Thunder Road, que me obliga a acordarme que vale la pena "tener un poco de fe, porque hay magia en la noche" (“show a little faith there’s magic in the night”). También por ello creo que no hay canción que me calme más que Devils and Dust, que me enseña lo peligroso que es tener miedo, o Atlantic City que me devuelve la esperanza porque “everything dies, baby, that’s a fact; but maybe everything that dies someday comes back”.

Tampoco creo que vida tenga mucho sentido sin la búsqueda de la Tierra Prometida: el estado ideal que nos hace ser críticos con nuestra realidad y nos empuja a perseguir la excelencia en todo lo que hacemos. Tengo mis dudas acerca de si estaría donde estoy, de si habría llegado hasta dónde he llegado sin haber escuchado millones de veces Born to run, que me ha dado valor para tomar decisiones sin mirar atrás “riding out tonight to case the Promised Land”. Por no contaros que casi cada vez que me siento en el coche me pongo The Promised Land, que me hace darme cuenta de que todo se solucionaría si consiguiera apartar de mi realidad todo lo que duele.

Y por supuesto creo ciegamente en que el Amor da sentido a casi todo lo que hacemos. Y me encanta que Bruce lo explique con historias que transmiten cómo es el motor que nos mueve y nos hace hacer y jurar cualquier cosa, como cuando cuenta la historia de un chico que le dice a una chica “‘cause if you are brave enough for love, baby I’m tougher than the rest”, que resume perfectamente cómo somos capaces de entregarnos y suplicar por ser correspondidos. O I got a crush on you, que desprende la felicidad de darse cuenta de estar enamorado.

Diría que lo bonito de sus canciones no solo es que son intemporales, sino que toman un significado distinto según vas creciendo: ayudan a entender la vida. Algunas se amoldan a tus dudas y otras te acompañan en tus momentos de máxima felicidad. Y eso no tiene precio. Diría que lo diferente de su música es que explica historias y transmite valores, tiene sentido y es coherente. Diría que lo maravilloso de sus letras es que ofrecen auténticos mantras, verdades absolutas: refugios a los que es súper fácil acceder (tan simple como escuchar su canción).

No soy experta ni en antropología ni en sociología (aunque me encantaría) pero por lo que he aprendido de mi experiencia y de la de los que me rodean, tengo claro que los referentes ayudan. Que tener la figura de alguien con quien inspirarse es una suerte porque hace el camino más fácil y sobretodo más seguro: cuando confías en una idea, en unos valores, y los usas para tomar decisiones o recurres a ellos cuando necesitas algo que te guíe sabes que las posibilidades de hacer lo correcto son altas. Y ello sencillamente porque estás siéndote fiel a ti y a tus convicciones. 

La noche del sábado fue sublime, una fiesta en toda regla. No todos los días ni todas las noches son así de intensas y está bien que así sea: al menos yo sería incapaz de digerir tanto en tan poco tiempo. Parte de la gracia de los picos de felicidad es precisamente eso, que son picos. Si se convirtiesen en algo habitual perderían fuerza, quedarían diluidos. Y es que en esta vida, como dice mi amiga E, todo es relativo, ¿no?




Hasta pronto,

X

domingo, 17 de abril de 2016

Sobre las cosas sin las que ya no puedo (ni quiero) vivir

Lo bueno de empezar a acumular experiencia es que construyes y desarrollas criterio, elementos de comparación y por lo tanto capacidad de elección.

Esa es la razón por la que desde hace unas semanas he ido pensando y detallando las cosas sin las que puedo, ni quiero, vivir. Y no, no puedo vivir sin ninguna de ellas seguramente porque no quiero (ya sabeis lo mucho que creo en la fuerza de nuestras mentes). Y me da lo mismo no poder, porque al fin y al cabo he sido yo, myself, moi-même quien ha hecho el ejercicio de darles el visado definitivo entre mis rutinas. Así que, gozad de las cosas que tienen dicho privilegio:

1. Trabajar

Al margen de que adore o no mi trabajo (lo adoro, yes, indeed), tengo claro que de algún modo, con mayor o con menor intensidad, según las circunstancias, quiero que el trabajo forme parte de mi vida.

El trabajo no solo dignifica, sino que aporta autoestima, adrenalina (a veces hasta bilurrubina) e independencia. Tener un proyecto propio y horas en las que obligamos a nuestro cerebro a focalizarse en algo concreto, es un privilegio que quiero conservar.

Y si además os pasa como a mí y tenéis la suerte de trabajar en un sitio donde los jueves se intenta ir a hacer unos gintonics sin éxito y donde los appointments en Outlook para comprar billetes de avión para ir un fin de semana al sur se posponen infinitamente, simplemente, por falta de tiempo; tendréis dos privilegios extras:

a) desarrollaréis una capacidad de reiros de vosotros mismos alucinante; y sobretodo
b) os asegurareis la comprensión y los puntos de conexión que solo se pueden tener con quien ha decidido dedicar prácticamente todo su tiempo a lo mismo que tú.


2. El aceite Midnight Recovery Concentrate de Kiehl's

Podría mentiros y deciros que hace taaaaanto tiempo que lo uso que casi ni me acuerdo de cuándo empecé a ponérmelo pero mentir no me gusta. Visualizo perfectísimamente el día que me lo compré, la ilusión que me hizo y lo mucho que aluciné con sus resultados.

Me enamoró su packaging: un botecito de cristal, azul marino (una de mis debilidades) y con un dosificador en forma de pipeta. Todo antiquísimo, de calidad y gustoso.

Te cuentan que se trata de una mezcla de aceites esenciales (todo natural, claro) de la que tienes que aplicarte tres gotitas, con cuidado y en todo el rostro cada noche antes de ir a dormir. Huele espectacular y relajante.

Os prometo que al día siguiente la piel amanece mucho más hidratada, presenta un color más uniforme, brilla y en definitiva tiene un aspecto súper renovado, natural.


3. El pescado

En búsqueda y captura de los alimentos que me sientan bien y digiero con facilidad, doy el primer puesto al pescado. No sé ni de qué me sorprendo, si el mar siempre me ha salvado y si he tenido el privilegio de cenar pescadito fresquísimo cada verano.

Es ligero, sabroso y puede cocinarse de tantísimas maneras que uno no tiene excusa: al horno con patatas, cebolla y tomate (mi preferida), al vapor, a la plancha, rebozado,...


4. Mi moto

En Barcelona es un indispensable. Una vez la tienes ya no hay vuelta atrás y se convierte en una extensión de tu cuerpo sin ni preguntártelo. No pide permiso: te facilita tanto las cosas, te ahorra tanto tiempo y tanto dinero que no tienes más remedio que arrodillarte ante ella y regalarle tu seguridad. 

Pues bien, la mía además de por todo eso, me encanta porque es negra (con destellos azules súper sutiles, of course), no pesa, es agil y bastante cañera a la vez que femenina. Lo único que me falla es no poder condirla de lado, a lo años cincuenta, sobretodo cuando llevo vestido o falda; situaciones en que mi delicadeza y compostura quedan en entredicho. Fíjate tú...


5. Las notas de voz de whatsapp

Digamos que escribir por Whatsapp, escribo poco. Ya sabemos la pérdida de matices que conlleva matener una conversación mediante mensajitos entrecortados y mal escritos, y el tiempo que se pierde explicando según qué cosas en las que los detalles son trascendentales.

Porque si necesitas consejo de tu fiel amiga o si quieres dar tu opinión sobre según qué temas necesitas poder hablar: escribir no basta. No deberíamos empeñarnos en cambiar la función de las cosas.

Enviar una nota de voz te permite explicar lo que sea en cualquier momento, dejarlo enviado y listo para escuchar cuando la persona que lo reciba tenga tiempo. Te permite enrollarte como una persiona y mantener conversaciones contigo mismo que, creédme, son necesarias y más terapéuticas de lo que podemos llegar a pensar. Además, el que la recibe puede escucharla no sólo cuándo quiera, sino todas las veces que lo necesite y pausando la reproducción cuando se sature de tu voz o cuando tenga mejores cosas que hacer, pudiéndola retomar cuando se encuentre en condiciones de resolver eso que parece una cuestión de Estado. Y es que bueno, para MI estado seguramente sí es trascendental.

Creo que con mis amigas tenemos records. No os diré lo que duran mis notas de voz porque igual me encierran mañana.

6. Las barbacoas en jardines cuando empieza el buen tiempo

Siempre he pensado que son uno de los mejores planes en los que invertir tu fin de semana. 

En primer lugar, no te obligan a levantarte pronto y a la vez te fuerzan a estar lista a mediodía de modo que acabas levantándote a media mañana (sin malgastarla entera durmiendo). Además, siempre se alargan hasta última hora de la tarde de modo que te hacen el día. Así de simple.

En segundo lugar, son divertídisimas: empiezas con el aperitivo (seguramente la mejor parte), sigues con la carne (que aunque parezca mentira pasa a un segundo o tercer plano) y acabas con pasteles caseros y copas. Plan redondo, completo. 

En tercer lugar, consiguen que te pases es el día al aire libre, absorviendo vitamina D, mejorando tu tono de piel y luciendo un conjunto monísimo. Porque no nos engañaremos: son la ocasión perfecta para lucir los tejanos que mejor te quedan con una buena camisa y unas gafas de sol extremadas. 

En cuarto lugar, lo bueno de celebrarlas en jardines es que pueden ser más o menos multitudinarias, y además ello permite mezclar grupos de gente porque el lugar (bueno, y las cervezas y el vino) propicia que el ambiente sea súper distendido de modo que nadie se acaba sintiendo extraño y acaban surgiendo las conversaciones súper interesantes.

Queremos barbacoas en jardines cada fin de semana, sí. 


También me niego a vivir sin el chocolate negro con 80% de cacao, mis amigas, el sol de invierno, las miradas casi furtivas con esos desconocidos que pasan a formar parte de tu vida porque te los encuentras cada mañana aparcando la moto, la piña y las fresas, las croquetas de mi abuela, las frases hechas, las competiciones de moreno entre amigas, las blusas blancas...

Por no hablar de cantantes como él, que ni cansan ni saturan y suenan bien en casi cualquier ocasión: 


Hasta pronto, 

X.

domingo, 13 de marzo de 2016

Sobre las cosas que hacen que yo sea yo

Que todos somos iguales es la falacia más bien formulada de la historia. Y no solo lo digo porque las desigualdades son más que evidentes y porque es mentira que todos tenemos los mismos derechos (y obligaciones) sino porque cada uno de nosotros es infinitamente diferente. 

Y sin ánimo de ser egocéntrica, porque suele costarme lo de autoanalizarme, tengo que deciros que he disfrutado del proceso de pensar en todas aquellas cosas que, me guste o no, creo que me diferencian de los demás.

Es interesante darse cuenta de que todo sigue un cierto esquema y que en cierto modo estamos cortados por un patrón que hace que, en nosotros, todo tenga algún sentido. Ya os dije una vez que somos incoherentes pero pensándolo bien, también es cierto que las cosas que nos definen explican mucho sobre quién somos. Es chulísimo que ciertas cosas nos recuerden irremediablemente a ciertas personas. Y es que me encanta tanto decir como recibir la frase "Es tan tú...".

Creo que estas son las cosas que hacen que yo sea yo: 

1. Llevar las uñas pintadas.


2. Canturrear las canciones de las películas aunque las esté escuchando por primera vez, que es de hecho lo que ocurre (casi) siempre. No sé cómo lo hago, la verdad. Pero mi cerebro parece saberse todas las melodías. Puede ser molesto, lo sé. De hecho mi amiga M me odia por eso. 


3. Peinarme antes de ir a dormir. 

Pensaréis que es una estupidez pero os equivocáis: es asqueroso pensar que metes en la cama toda la suciedad de la calle y además uno descansa mucho mejor sin enredos.


4. Siempre, always and forever tener Kleenex cerca de donde duermo. 


5. Mis tazas y mis tés e infusiones all day every day.



6. Mis anillos, mi medalla y mi reloj. Que no me quito ni para dormir y que siempre me veréis encima. 

Me encanta que la gente lleve siempre algún complemento que acabe formando parte de su persona. En mi caso, hace ya muchos años que siempre llevo tres anillos en la mano izquierda, mi medalla de nacimiento colgada y un reloj que, como debería pasar con todos los relojes, tiene un significado importante.


7. Devorar un plato de pasta. No hay nada que me siente mejor. No soy yo sin la pasta. 


8. Mi obsesión y fijación por todo lo que sea de época y por todo lo que sea británico. 

Con época me refiero a la época Victoriana, al rededor del año 1800, cuando los bailes eran espectaculares, los chicos eran mega caballerosos (una lástima que eso se haya perdido, al menos en gran medida) y las chicas tenían que ser: kind, well read and accomplished.

Si no sabéis de que os hablo, os animo a ver (de hecho, os animo a leer) Orgullo y Prejuicio, Sentido y Sensiblidad o Cumbres borrascosas. También podéis ver una de las mejores series del mundo, Donwton Abbey, que aunque refleja una época un poco posterior, también me apasiona. 

Y en cuanto a lo británico debe ser por el inglés, el acento y el clasicismo bien entendido. 


9. Enumerar y listar las cosas más banales de la vida. Teorizarlo y ordenarlo todo. 

Cualquier cosa que me ocurre o que alguien comparte conmigo tiene que pasar por el filtro del orden: para avanzar necesito separar por puntos, enumerar y establecer premisas y conclusiones. 


10. Hacer las maletas con una semana de antelación. Ordenar las maletas siempre de la misma manera. Un día os lo contaré porque es una técnica infalible. 

Hacer maletas no es cosa fácil, se requiere experiencia, paciencia y un poco de cabeza. A base de equivocarme, he conseguido desarrollar una técnica que me funciona cada vez. Además tengo la intención de mantener la tradición de prepararlas siempre con al menos una semana de antelación no solo porque me funciona a nivel práctico sino porque alarga el viaje y aumenta la emoción.


11. Mi intolerancia a la lactosa. Lo que se convierte en la siguiente conversación en cada restaurante al que voy; ¿Seguro que no lleva nada de lactosa?; ¿Leche, mantequilla, queso? Piense que podría morir... 



12. La necesidad de ratos de estar sola que suelen ir asociados a mi mal humor de cuando estoy cansada - por la noche.


13. La imposibilidad de compartir la toalla con alguien. NO. Lo siento. Mi toalla es mía y no se toca. Y si la dejo tendidita en la arena quiero encontrarla tal cual cuando salgo del agua. Gracias. 


14. La manía de dormir siempre que puedo en mi cama o de, en su defecto, llevarme la funda antiácaros de mi almohada allí donde tengo que pasar más de dos noches. 


15. La costumbre de poner la alarma un minuto después del que me quiero despertar para poder aprovechar al máximo. 

Me explico: la alarma está pensada de manera que si la programamos, pongamos, a las 7:30, suene a las 7:29.59'' con lo que el minuto 30 no lo dormimos. Eso me da una rabia tal que lo que hago es ponerla a las 7:31 para así dormir verdaderamente hasta las 7:30.



16. Mi obsesión con mi inicial. La llevo y la tengo en muchos formatos. Me encanta. 


17. Mi fobia a las arañas (hasta me ha costado escribir la palabra). 


18. El odio eterno que le tengo a una mesa mal puesta, a un cuchillo mal colocado y a unos cubiertos mal cogidos. 


19. El color gris. 

Y mis muchas camisetas a rayas. Y mis tejanos negros. Y mis náuticas. Y mis chales hechos de ganchillo.

20. Esta canción:



Los que más me conocen os podrán decir si todo esto me define, y podrán seguramente añadir otras muchas cosas que asocian conmigo, y eso es lo bonito: la imagen y sensación que transmitimos varía y generamos experiencias distintas.

¿Y a vosotros, qué es lo que os caracteriza?


X.