domingo, 16 de octubre de 2016

Sobre las cosas sin las que no puedo vivir (II)

Seguir descubriendo cosas que se convierten en indispensables es, quiero creer, una suerte. Enamorarse es una pasada. Y tenemos la suerte de enamorarnos de personas y de cosas, de sensaciones y de actividades, de olores, de sabores. Y sonará a cliché, y a tópico y a noslosabemosdememoria pero es que las pequeñas cosas (y no tan pequeñas) que me hacen feliz me encantan. Supongo que es porque siento que no paso por esta vida como si de una bola del desierto se tratara, sino que incorporo novedades, acumulo intereses. En definitiva: me doy cuenta de lo que hago y lo que vivo. 

En realidad creo que todo ello es reflejo del hecho de ser perfeccionista, que para mí, lejos de tener el significado típico de alguien que "lo hace todo muy bien" (acabo de simplificarlo mucho pero nos entendemos), creo que es un peso que llevamos los que nunca tenemos la sensación de haber terminado con algo porque creemos que absolutamente todo es mejorable, es la sensación de anticiparte a todo lo bueno y sobretodo a todo lo malo que pueda venir para prevenirlo y así conseguir que todo salga bien. Entonces, con el afán de mejorar y de no perderme nada por el camino, voy descubriendo novedades.  

En todo caso, últimamente he estado disfrutando de (más) cosas sin las que, como ya os dije la otra vez, ni puedo ni quiero vivir sin:

1. Los post-its

Quien me conoce (esencialmente quien trabaja conmigo) puede dar fe de que soy totalmente adicta a estos sticky notes que me parecen una creación divina. En mi puesto de trabajo creo que ya no me cabe ninguno más.

Me ayudan muchísimo a organizarme y los uso a modo de recordatorio, colgándolos en la pantalla del ordenador (cuando algo realmente no se me puede pasar) o bien en la pared de mi escritorio. También los uso para escribir la lista de la compra y los pego en el billetero, evitando así tener que llevarme bolso al supermercado (genious, i know). Lo bueno es que son movibles y por lo tanto los puedes cambiar de sitio o simplemente retirar cuando ya no sirven sin dejar rastro detrás. Además existen en mil colores y tamaños, hecho del que me aventajo para clasificar entre tipos de TO DOs, niveles de urgencia, o temática de las cosas. 

Definitivamente no podría vivir sin las bromas en mis yogures sin lactosa en la nevera del despacho ni sin los mensajes de ánimo cursis y pastelosos.

Heaven, more or less.

2. Mis compañeras de piso

De M me enamora su increíble (de verdad que me sorprende a diario) capacidad para positivizarlo absolutamente todo pero sin restarle importancia a las cosas, su fuerza de voluntad para hacer millones de actividades y sobretodo la manera en que contagia todo eso. También me encanta porque es cariñosa sin darte abrazos: solo con las miradas, con sus frases híper sarcásticas con las que demuestra ser ultra observadora y conocerme muy bien, y con sus detalles inesperados. Es de ese tipo de personas que parece que nunca acabe de estar allí, siempre en su mundo, pero que cuando tiene que estar, porque la necesitas, lo detecta en el momento justo y entonces se convierte en la persona más acertada y dulce del mundo.

De E me encanta la manera en la que piensa las cosas: siempre muy estructurada, pausada y lógica. Es reflexiva y solitaria, nunca jamás me molestaría; en la vida me juzgaría. Con ella aprendo a ser paciente y a ser más discreta. No podría vivir sin nuestras tardes de viernes merendando en tres horas, sentadas en la mesa del comedor hablando sin parar de ropa, zapatos, abrigos, telas, comida, amores, familia y amistad. 

Me parece impensable que formemos un trío tan perfecto cuando hace ni siquiera unos meses no se nos pasaba por la cabeza dormir cada día bajo el mismo techo (ni detrás de la misma puerta siempre cerrada con tres vueltas de llave).

Este me parece genial. Nos hace falta uno. Les propondré poner uno así; ya os contaré qué les parece. 

3. Mi nuevo poncho

Aún no lo he estrenado pero ya sé se convertirá en la típica pieza a la que recurres cuando te encuentras llevando los mismos tejanos negros con la misma camiseta blanca o a rayas marineras y tu trusty jersey gris (o en su defecto tu también indispensable cazadora de piel) porque sabes que va a cambiar todo tu look en un segundo. El mío es guatemalteco, lo compré por la calle y sin andar buscándolo. Simplemente lo vi y no me pude resistir. Es reversible y combina el azul klein con el negro. No hay duda que era para mí. Pienso ponérmelo como última capa, suelto o atado a la cintura con algún tipo de cuerda, también pienso usarlo de macro foulard. Y sobretodo siempre lo usaré junto con mi sombrero de piel colombiana cosido a mano. Yes. 

Me encanta que llegue el frío. 

También será perfecto bajo la lluvia.


4. Las mañanas de domingo en la cama

Un día os conté que después de mucho esfuerzo y autoconvencimiento había conseguido disfrutar de volver a meterme en la cama después de desayunar. De ello que ahora no pueda evitar re-enamorarme cada domingo de la sensación de pasar ratos y ratos y más ratos en mi cama, con la ventana abierta y debajo del edredón (espero que a estas alturas ya tengáis todos puesto el edredón, que ya toca), construyendo relaciones, leyendo libros, escuchando la mejor música, pensando en los menús de la semana y sobretodo pensando en todo lo que tienes por hacer simplemente sin hacerlo (complicado, pero se consigue). 

Quiero pasar un fin de semana en la montaaaaaaaaaaaña. Hablo en serio. 

5. Las trenzas

Últimamente me he animado a dejarme el pelo largo. Uno de otros tantos cambios, ¿verdad? El pelo larguísimo nunca me ha gustado y además creo que no me favorece nada pero es verdad que últimamente lo llevaba relativamente corto, y me encantaba. Sin embargo, entre una y otra cosa antes de verano decidí dejarlo crecer un poco más de lo normal prometiéndole a mi peluquera que me haría muchas trenzas. Y así lo hice. Y ahora no puedo imaginarme sin. Me encanta hacérmelas con el casco de la moto ya puesto porque quedan bajas y porque en el trayecto el pelo se enreda en la medida justa para que la trenza sea indestructible durante todo el día: perfectamente deshecha. Me encanta que me las haga M, con mil capas y dejando lucir mis baby highlights

Y este otoño e invierno la pienso llevar así. Porque ya os conté que no hay nada que me guste más que un lazo en el pelo bien puesto. 

Tampoco podría vivir sin el queso parmesano (el único que puedo comer), ni sin el pescado cocido al horno con sal y un poquito de aceite, ni sin la sensación de poner una lavadora y tender la ropa blanquísima (totalmente heredado de mi madre), ni sin spotify premium, ni sin la cámara de fotos de mi móvil, ni mi pijama a rayas rosas y blancas, ni sin los jerséis de chico de color verde botella, ni sin las verdades ni la calma de esta canción:



Hasta pronto, 

X.  

miércoles, 5 de octubre de 2016

Sobre las cosas que me han hecho hacer click

Algunos dicen que hay nueve tipos de personalidades y que cada uno de nosotros se encuadra, más o menos, con uno de ellos. Los mismos que dicen eso creen que nuestra verdadera personalidad se esconde detrás del EGO, que no es más que una coraza de protección que nos pervierte en el sentido de que esconde lo que verdaderamente somos. Todo esto es lo mismo que decir, siendo súper deterministas, que somos de una manera concreta y que no hay mucho que podamos hacer al respecto. Que si has nacido tozudo, ambicioso y cariñoso (me acabo de inventar esta combinación) serás siempre así. Que lo único que podemos hacer es trabajar para vivir lo menos posible en nuestro ego (que nos hace ser de otra manera) y volver cuanto antes a nuestro yo real, a lo que somos sin querer.

Yo, al margen de que creo ciegamente en que hay tipos de personalidades y que éstas se esconden detrás de nuestros egos, prefiero pensar que sí podemos modelarnos y que, aunque tengamos ciertos rasgos característicos, podemos mejorar, perfilar lo que no nos acaba de funcionar y en definitiva conseguir, poniendo un poco de esfuerzo de nuestra parte para incorporar rasgos que no nos son tan naturales. 

Hasta donde yo sé, me han pasado ciertas cosas que me han ayudado mucho en este sentido. Puntos de inflexión que han hecho un "click" en mi cabeza que me ha forzado a cambiar las reacciones y los sentimientos que tendría de una manera natural y que, sea como sea o sea por lo que sea, han cambiado mi perspectiva:

1. La manera en que M vivió su enfermedad

Parece increíble que haga tres años que M nos inspire, a diario, con la fuerza y la madurez con la que afrontó una decisión en la que no participó. Nos enseñó a todos (al menos a mí) que las cosas simplemente ocurren, llegan sin que nosotros las esperemos ni las busquemos y más vale dejarlas entrar y hacer su efecto entre nosotros.

Porque luchar en contra de la naturaleza a veces no tiene mucho sentido y entonces la única opción que tenemos es darle la mano y aprender todo lo que podamos de lo que nos ofrece.

Que te fueras es, sin duda, horrible. Pero me ayudaste a ver que luchar no es siempre la solución y que la rabia y la negación tampoco suelen serlo. Me enseñaste que la justicia, en algunas circunstancias, simplemente no es, no entra en juego, no existe. Que no todo es bueno o malo, no todo es justo o injusto, no todo es sí o no: hay cosas que son, pasan, ocurren. Y no pasa nada.  



2. Entender que todo es perecedero

Este verano, tomando el sol y escuchando el mar de fondo, alguien me explicó de la forma más reveladora posible, que las cosas son, por definición, finitas: que no hay nada que exista para siempre. De hecho, esta idea ya empezó a cuajar en mis esquemas cuando leí También esto pasará de Milena Busquets, que es maravillosamente fresco y profundo a la vez.

Que las cosas se terminen implica que ni lo bueno va a durar eternamente ni lo malo va a quedarse siempre con nosotros. Incorporar esta idea ayuda, en primer lugar, a valorar muchísimo cualquier situación que se nos presenta porque sabemos que tarde o temprano terminará. A la vez, nos ayuda a relativizar y sobretodo a llevar mejor las situaciones menos agradables porque estamos seguros de que también tarde o temprano, todo pasará.

Es curioso como estos trucos mentales nos salvan la vida.

Me encanta que me regalen flores, precisamente porque el hecho de saber que se acaban estropeando hace que las mire millones de veces para disfrutarlas al máximo.

3. Comer en StreeXO

En el Corte Inglés de la Calle Serrano hace ya unas temporadas instalaron un espacio gastronómico en el que David Muñoz abrió un restaurante increíble en el que comes y bebes por un precio medio de 30€. 

A mí, tradicionalmente, no me ha encantado comer. Como por necesidad y normalmente sin hambre. No disfruto especialmente con la comida. Sin embargo, cuando hace ya más de dos años mi amiga M me llevó a SreeXO entendí que la comida puede ser una experiencia. En StreeXO sirven platos de influencia asiática con una presentación súper cañera preparados con ingredientes que eres incapaz de distinguir pero que crean combinaciones absolutamente deliciosas.  Además el local es intenso, la comida se sirve muy rápido, la música está alta y entras en un estado de excitación muy adictivo. Cada vez que voy a Madrid intento ir y lo recomiendo (también muy intensamente) a todo el mundo. 

Desde entonces, me emociona pensar en qué restaurante voy a comer o a cenar y cuando viajo me hago listas de los mejores locales y restaurantes del sitio que planeo visitar. Incorporar adicciones como esta es un gustazo.

Mi próximo reto es conseguir preparar unos rollitos vietnamitas tan bonitos como estos.


3. Atreverme a ser (realmente) independiente

El día en que todo se había terminado, me juré y perjuré que aprendería a ser yo sola y a contar conmigo misma. Y ahora, con el tiempo, que me permite darme cuenta de que realmente esa no ha sido ni la tarea más fácil ni la más agradable, tengo clarísimo lo siguiente: no hay mejor sensación que saberse redonda y capaz, que poder estar sola un viernes por la tarde sin tener planes en todo el fin de semana. Pero sobretodo no hay mejor sensación que la tranquilidad de saber que he adquirido la capacidad de querer desde las ganas de dar, de aportar y de compartir en lugar de buscar lo que me falta en los demás. 

Suena a cliché pero os prometo que es el secreto del éxito. 

4. Aceptar que mis primeras impresiones no siempre son correctas 

Creo que en la vida hay dos tipos de personas: las que son súper positivas por naturaleza y que de buenas a primeras lo ven todo bien, incorporan las novedades con facilidad y es con el paso del tiempo que descubren, frustradas, que no es oro todo lo que parece relucir. Luego están las personas adversas al cambio, que sienten inseguridad al conocer a gente nueva y que, en general desconfían. Lo que les suele pasar, también con el tiempo, es que acaban viendo que con un poco de paciencia pueden descubrirse oportunidades en situaciones que parecían dramáticas y gente interesante detrás de apariencias más bien poco apetecibles.

Por lo que a mí respecta, estoy claramente en el segundo grupo. Ello hace que a menudo mi cerebro me traicione y entonces, por puro miedo, saco conclusiones totalmente equivocadas de las gente. En definitiva, ser una control freak  tiene cosas buenas, que todos sabemos, y cosas no tan buenas. De ahí que sentencie erróneamente y a menudo me encuentre con una apelación contra mí interpuesta por mi misma. De ahí que quien me daba pereza de repente se convierta en indispensable. 

De ahí que quien quedó eliminado por un paso poco acertado, con los meses y sin darme cuenta, entre en mi vida de la mejor manera posible: sin que yo me de cuenta y consiguiendo que baje todas mis fronteras, consiguiendo que me contradiga, consiguiendo que incumpla mis propias reglas. (Casi nadie puede decir que lo ha conseguido, so feel privileged). 

Llévame un fin de semana a acampar (I meant glamping) e igual (para variar) puestos a romper esquemas me descubres que soy más de montaña que de mar.

5. Declararme adicta a tener y acumular

La primavera pasada buscaba, por necesidad, pantalones para ir a trabajar. Después de recorrerme mis tiendas favoritas - vale la pena señalar que me da bastante rabia llevar lo mismo que la otra gente y por lo tanto, generalmente y sin querer, evito las mega tiendas de fast fashion - acabé en Zara sabiendo que allí seguro segurísimo encontraría algo. Efectivamente, compré un número considerable de piezas de ropa (muchas más de las que necesitaba) por muy poco dinero. El resultado fue un subidón equiparable al subidón de azúcar que te pega con un frapuccino de mocha blanco sumado a una clara intención de volver a visitar la tienda a la semana siguiente. Al cabo de unas horas me quedé atrapadísima pensando que no podía ser que con una sola vez de comprar allí estuviera tan enganchada. Lo peor es que aún y así, en cuestión de cuatro días volvía estar en la Illa merodeando entre burros y estanterías llenas de tejidos de dudosa calidad.

A raíz de todo ello, decidí dejar de comprar sin motivo. Para conseguirlo, he creado en mi móvil una lista más que razonable con las cosas que verdaderamente necesito para esta temporada y además me he prometido hacer una limpieza real de mi armario para empezar a usar lo que tengo con un poco de cabeza. 

Es increíble como de repente comprar es mucho mejor y la ilusión por cada cosa nueva es mil veces mayor. Además creo, de verdad, que vale la pena invertir en cosas que duren más tiempo para dejar de sobrecargar a la Tierra con demasiados residuos, pero ese es otro tema.

                                            
Tengo demasiadas ganas de ir a Londres para pasearme buscando esos zapatos planos que tengo en mente y que quiero buscar con paciencia. 

Luego existen cositas, como esta canción, con la que hago click absolutamente cada vez que la escucho y que, por lo tanto, es mi salvación en momentos de nebulosa total:


Y vosotros, ¿con qué habéis hecho click últimamente?

Hasta pronto, 

X.