domingo, 24 de enero de 2016

Cosas que a la gente sí pero a mi no

Hace unas semanas os escribía sobre las cosas que a la gente no pero a mi sí, pero la realidad es que la idea nació un día en el que listé las cosas que a la gente sí y a mi, definitivamente, no. Pensé que era mejor empezar siendo un poco positiva y abandonar mi vertiente más destroyer para más adelante.

Con los años uno va definiendo sus gustos, esto está claro. Además hay modas que son absolutamente pasajeras y que van y vienen con los años. Sin embargo, hay cosas que creo que están casi en nuestro ADN y que nos repelen de una forma casi instintiva. Que nunca nos han gustado y nunca nos van a gustar. Aquí lo de "nunca digas nunca" no funciona.

Para gustos, los colores. Ahí van, sin juzgar a nadie, las cosas que tienen un éxito brutal y que yo no acabo de saber apreciar:

1. Los relojes grandes 

Soy consciente de que grande es un adjetivo relativo y que por lo tanto lo que para mí sea grande para ti será pequeño pero creo que todo os hacéis una idea de los relojes a los que me refiero. No soporto los relojes grandotes, bastos, ostentosos y que abultan en la muñeca. Me dan especial repelús los chicos con relojes grandes. En algunas cosas más vale ser clásico y optar por lo de siempre.

Creo que viviré más tranquila cuando pase la moda del reloj grande, ahora mismo vivo con un temor a que alguien me dé un golpetazo con ese trozo de metal y me deje K.O. por un rato.

Así, sí.

2. Los chicos chulos y fardones

De verdad, hay que empezar a entender que fardar por fardar y hacerse el chulo no funciona. Tampoco vale ser un merluzo sin sangre en las venas, claro. Pero no hay nada que me guste menos que un chico preponte que luce el coche de su padre, que se mira en los espejos más que yo y que lleva un reloj enorme (remisión directa al punto 1, sí).

Que lo que me tengas que demostrar ya me lo enseñarás con el tiempo, que es mucho más divertido ir descubriéndote los puntos positivos por sorpresa.

Llévame con un coche así de viejo y bonito; pero llévame.

3. Los "bombones" Ferrero Rocher y el "turrón" Souchard

Que nadie me mate; que nadie se enfade conmigo. Todo tiene una explicación.

En primer lugar, he usado las comillas porque, para mí, ni los Ferrero Rocher son bombones, ni el Souchard es un turrón: son chocolatinas fabricadas en masa que nada tienen que ver con los productos artesanos y de pastelería. Son todo azúcar,  llevan chocolate de poca calidad y se venden a montones en los supermercados.

Prefiero mil veces comprarme muy de vez en cuando un buen bombón de confitería que ir al supermercado y comprar una caja de plástico con bombas de Nutella envueltas en papel de aluminio. Me gusta que las cosas sean un poco más especiales.

Es cuestión de prioridades, nada más.

Ñam.

4. Los viajes organizados

Somos ovejitas a diario y en mil situaciones. No hace falta viajar en rebaño. Tenemos suficientes capacidades como para buscarnos la vida y descubrir solitos, con una buena guía en mano y fiándonos de los locales, los lugares que visitemos.

En mi próximo viaje tengo pensado alquilar un coche y dejarme perder por el Big Sur.

5. Los chicos demasiado musculados

Todo en su sitio, nada más.

Bruce siempre es un referente. 

6. El color lila, morado

Es algo innato. De verdad que me sabe mal pero no me gusta el color morado. Creo que es porque lo relaciono con lo cursi y por nada del mundo quiero serlo.

Eso sí, me apasiona el color lavanda. Matices, supongo.

Este lila igual sí me gusta.

7. La vainilla

No hay manera de deshacerse de la vainilla, tú. La gente tiene la manía de poner vainilla en todas partes: galletas y pasteles. Hasta aquí, vale. Lo puendo entender. Desodorantes y perfumes. Esto sí que no, no y no. Centrémonos: ¿cómo un olor tan empalagoso va a dar sensación de limpio y fresco?

Hasta para regalar...

8. La gente que habla de sexo y de dinero

No soporto las conversaciones de sexo explícito: me parecen desagradables e innecesarias. Nada más divertido que hacer bromas con mis amigas sobre anécdotas y dudas, pero siempre desde la inocencia y la complicidad. Siempre sin hacer referencia directa a nada. Es un tema tan compartido por todos que demasiadas explicaciones sobran. Tampoco es un tema que sea necesario hablar a todas horas.

Llevo fatal la gente que cuantifica cada cosa de la que habla y que pregunta directamente cuánto te han costado los tejanos que estrenas o el reloj que llevas. Horror. No solo es incómodo, sino que me parece de poca discreción. Además, un googlelazo soluciona cualquier duda. Evitémoslo.

Explicar que te has comprado este conjunto, sí. Más allá de eso todos podemos intuir. 

Pero vaya, no me odiéis. También adoro cosas que nos gustan a todos (supongo y espero) como los aterdeceres en la playa, las películas cursis y malas, las chuches, los gofres, los perros, Ryan Gosling, las escapadas de fin de semana, los macarrones de mi madre, los gintonics, las novelas de Jane Austen, los chicos que hacen reír, un buen café por la mañana, bailar, cantar a todo pulmón, llorar con Anatomía de Grey, la serie Lost, la sensación de felicidad de después de hacer deporte,...

¿No soñáis con una habitación así?

Y por supuesto me enamora esta canción:


Hasta pronto,

X.

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