martes, 11 de agosto de 2015

De lo que he estado pensando últimamente

Ni que decir falta que hace demasiado mucho que no escribía. Tampoco es necesario que os diga que esto de escribir va a rachas y, en mi caso, es una cuestión de pura necesidad. Así que aquí me tenéis, en Bogotá, con mi ropa de estar por casa (please no confundir con el pijama, nunca han sido ni serán lo mismo por cuestiones higiénicas y estéticas - en este orden), escribiendo. Por fin. Y espero que esta racha dure, dure mucho.

Hace tiempo que he llegado a la conclusión de que de algún modo soy alguien que no debería ser. Nunca me sentí adolescente y me daba vergüenza que alguien me catalogara como tal. Cuando al fin llegué a mis veinte, sí me sentí en de acuerdo con mi edad pero ahora creo que ya he agotado los early twenty y me apetece algo más. ¿Precoz? No, sólo curiosa por lo que Dios me tiene reservado a mí y sólo a mí.

En todo este tiempo también me he dado cuenta de que hay cosas que sí y hay cosas que no.

Cosas que sí (intentaré ser muy estricta con el orden):

- Sí al amor simple that you can't deny.
- Polos Lacoste muy viejos. A la vida sólo le pido eso, que no es poco.
- La nieve, debajo del edredón.
- El té.
- La frivolidad inteligente y culta (porque sino, no es frivolidad, es idiotez y falta de sensibilidad).
- Las sábanas limpias y planchadas cada lunes. Siempre acompañadas de ducha nocturna, pijama también limpio y cara muy hidratada.
- Barbas sí, pero nunca en exceso.
- La gente con picardía. Por gente entended hombres.
- Las camisas planchadas. Camisa no planchada no debería ser ni una idea, ni un concepto, ni nada de nada.
- La gente que sabe hacer promesas y las cumple.
- Chicos en moto. Por Barcelona. Que te miran a través de la visera yendo o volviendo del trabajo.   No hay cosa más sexy.
- El color azul marino.
- Ir a misa en secreto.
- Aprender a meditar sin conseguir levantarse cada mañana a las seis. Nunca confiaré en quien me jure y perjure que lo consigue.
- Sí a la expresión "es (muy) turbio". No puede gustarme más.
- Ser becario.
- El cashmere. Oh sí. Cashmere everywere: bufandas, jerseys, gorros, guantes y calcetines.
- Londres. En otoño.
- Chicos que tienen pinta de peperos pero que en realidad son catalanistas.
- Hombres que te abren las puertas.
- Las náuticas Sebago y las Birkenstock como zapatos de verano por excelencia. De toda la vida y para toda la vida.
- La gente que te sorprende y te hace odiarte por los perjuicios que irremediablemente tienes.
- El gustazo de ponerse el maquillaje por la mañana y quitárselo por la noche.





Cosas que no:

- Chicos y/o casas sin libros.
- La irracionalidad e impaciencia de las chicas que nos hace sufrir más de la cuenta. Respira, que todo se andará.
- Chicos que te regalan la luna desde el primer día. Nos gusta jugar.
- El gluten, la lactosa y la soja. Se ve que no puedo tomar nada de todo eso. Sí, acompañádme en el sentimiento.
- El olor a animal.
- Calcetines cortos pensados para hacer deporte + traje. Os juro que es un fenómeno real, increíble pero real. Que alguien lo denuncie, please.
- Las chicas divinas que se creen con mucha clase y no tienen ninguna.
- La gente que no sabe viajar.
- No cantar. Los que escuchan música sin cantar no son de fiar. Son turbios (ajá, ejemplo de lo que os decía antes).
- Bañadores y calzoncillos de lycra, que comprimen. OMG.
- El color lila.
- Las uñas sin cortar.
- Los zapatos malos y sucios.
- Las arañas. Sigo sin superarlo.
- Las pesadillas.
- La ropa interior gastada, vieja y mal cuidada. Por Dios, ¿a quién se le ocurre?




Y con el maravilloso Spotify he descubierto esta canción, que me tiene loca. Escuchad muy bien la letra:




Hasta (muy) pronto,

X.


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